domingo, 30 de agosto de 2020

Pueblo

 

Habla en nombre del pueblo, quién te va a contradecir. No hay discurso más poderoso que quien habla en nombre del pueblo. ¿Reyes? ¿esas piezas de cerámica esmaltada en equilibrio inestable encima del aparador?, nadie se llevará un gran disgusto si una de ellas cae y se hace añicos. Hay tantas. El rey tenía valor cuando era único y nadie, salvo una cláusula de estilo, estaba por encima. Ni siquiera las constituciones temporales, variables, enmendables, discutidas están por encima del pueblo. No hay un Churchill, en esta ocasión extraordinaria, que le diga al pueblo, no hay héroes, sufre y enfrenta tu coraje a la vicisitud. No sé si hítleres (fraguado en la mente el horror que venía de ahí, suficientemente mitificado como para que algo parecido prospere de nuevo), pero sí estalines (al contrario, no suficientemente deslindados el mito que moviliza del mito que paraliza en este caso) que esperan mencionar el nombre del pueblo. De hecho, ¿quién hoy, desde el hombre bronceado en quince días como quien ve pasar la procesión, al que confunde a un enano con un niño para alzarlo en brazos, desde el que lo apunta con un fusil en las manos (subió invocándolo y no quiere bajarse cuando lo ve en la calle contra él) hasta el que, cada mañana, le habla desde la tele como un papá protector (hay varios así), no gobierna en su nombre? Si Julio César lo hizo. Podríamos hacer la larga lista de los levantados en armas, los ocupantes de las céntricas plazas, los que conquistan las urnas con eslóganes a lomos de autobús, los que con escuadrones del bien conquistan los barrios o los que aprecian la vulgaridad del hombre común y la enarbolan espejeante ante los recién salidos de la alta escuela de negocios. Pueblo.


Sin embargo, el pueblo está dejado a sí mismo, abandonado a su suerte, mal contados sus muertos, engañado, distraído, ¿cuándo ha habido más cenicientas y caperucitas modernizadas por Marvel y Disney, más capitanes truenos y roberto alcázares endulzados por Netflix y HBO? El pueblo, ¿no ha sido casi siempre así? Pero ahora no tenemos un Churchill, quiero decir un Cajal, un Carlos III, un Galileo, qué se yo, un hombre a la altura de su tiempo, que no necesite invocar al pueblo sino enfrentarse a él, a sus mitos podridos.


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