“El problema reside normalmente en la relación entre el relato y la verdad. El relato tiene que obedecer a la verdad para representarla, lo mismo que la ropa representa el cuerpo. Cuanto mejor sea al corte, más agradable será el resultado. Desnuda, la verdad puede ser vulnerable, desgarbada, horrorosa. Demasiado arreglada se convierte en una mentira”.
Rachel Cusk nació en Canadá, creció en los Ángeles, se trasladó a Londres, estudió en Oxford, se casó, quedó embarazada (escribió un libro sobre ello), tuvo dos hijas, llegó a un trato con su marido, él se ocuparía del hogar mientras ella traería a casa el sustento, estuvieron nueve años casados, se separaron (sobre el trauma de la separación escribió este libro, Despojos). Despojos es un relato, no exactamente una confesión. Es escritura referencial pero trabajada para producir un objeto literario. Hay una arquitectura a la que se someten las emociones, un orden en capítulos, emociones embridadas con el fin de producir otro tipo de emociones en el lector, con el fin de que la experiencia, material, biológica, psicológica y literaria de Rachel Cusk sea útil y productiva en el lector. Si fuese una simple confesión, no la hubiese leído, no tengo alma de psicólogo; si fuese un producto meramente literario sobre el matrimonio y la ruptura me hubiese interesado poco y probablemente no hubiese concluido la lectura. Somos únicos y parecidos a nuestros semejantes. Nadie puede vivir nuestra propia vida y a casi nadie le interesa lo que nos pase, pero nos acomete la curiosidad por saber qué les ocurre a los demás. Hay patrones de comportamiento que se repiten, que hemos vivido o que podremos vivir. Algunos saben contar, convierten su experiencia en un cuento. La literatura es una forma de conocimiento y de placer.
La narradora de esta historia no nos dice su nombre, suponemos que es la propia escritora pero a medida que vamos leyendo no nos importa. Reflexiona sobre la pérdida, el dolor, la mujer y el hombre, la seducción, el emparejamiento, la soledad, la compañía, los hijos, el orden y el desorden sentimental. Cada capítulo es historia o una reflexión literaria, Rachel Cusk tiene una maravillosa facilidad para vestir ideas, emociones y vivencias con las artes de la literatura. Sabemos que detrás hay una mujer, la narradora, tan infeliz y vulnerable que busca la coraza de la literatura para sobreponerse y como sabe que su experiencia puede ser universal hace guiños al lector para que reflexione con ella. Cuando un libro me gusta mucho lo prolongo, lo hago durar. He leído espaciadamente los capítulos, sin prisas, saboreándolos, no sabría decir en qué discrepo de ella porque mi experiencia es semejante. Podría parecer que la literatura endulza el dolor, es decir, que falsea la realidad y en la mayor parte de los casos así es. Muchos escritores y lectores han buscado el consuelo en las bellas letras, pero sólo hace falta llegar al último capítulo de Despojos para ver que Rachel Cusk no juega a ese juego. En el capítulo final el dolor aparece sin mediaciones, en toda su crudeza. La literatura es rala, la mayor parte de lo que pasa por ella no lo es.
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