viernes, 14 de agosto de 2020

Cusk

 

No recuerdo que me haya sucedido con nadie más. Cuando leo a Rachel Cusk entran en juego sensaciones corporales más allá de la simple visión, el hecho de leer, y de la imaginación, sobre todo en este Despojos aunque también me había ocurrido con su trilogía, como si me acompañaran sus gestos y movimientos, sus pausas, su forma de hablar, que he absorbido en los vídeos que he visto de ella. Es cierto que este libro es muy personal, que la experiencia de la autora está muy presente, pero me preocupa está proximidad casi sexual hacia una persona que no conozco más que en lo que escribe o en las imágenes que de ella he visto. Es el problema de la literatura confesional pero también el tipo de conexión que propician los caracteres afines o eso intuyo.


Mientras la leo pienso en Shakespeare. ¿Acaso todo escritor que se precie, que sabe escribir con decencia, ha de pensar en Shakespeare? Me gusta cómo escribe Rachel Cusk y me gusta su sinceridad, pero no tendría por qué pensar en convertirse en un clásico. Basta con dar cabida a la necesidad de escribir y ser lo más fiel posible a su experiencia. Yo como lector aspiro a reconocerme en la suya. Afloran sensaciones y sentimientos en la lectura que estaban dormidos o que necesitaban un cauce. Los buenos escritores me los dan, a veces clásicos y a veces no. Cada lector en cada momento necesita cosas diferentes.


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