Supongamos
que abres el periódico por la mañana, no en papel, no es fácil
conseguirlo ahora, sino en la tablet. Ves esa portada. Te sorprende.
Separas el pulgar y el índice, los vuelves a juntar, hasta encuadrar
la foto y poder leer el detalle de la leyenda. ¿Ataúdes de cartón?
¿Cuántos días llevamos encerrados? ¿Cuál es la palabra:
encerrados, en cuarentena, confinados, vigilados, a resguardo,
protegidos? ¿Pasan de los 45 los días? ¿Cuántos ataúdes han
salido en portada durante estos días? ¿Ninguno? ¿Cuál es el
centro de la pandemia? Es una difícil pregunta. ¿Alguna autoridad
sanitaria mundial lo ha determinado? ¿Han establecido un criterio?
No sé, ¿número absoluto de muertos?, ¿quizá el número de
muertos en función de la población? O acaso, por la gravedad, ¿el
número de sanitarios contagiados? ¿en absoluto?, ¿en relativo?
¿Quizá el alto riesgo en porcentaje de seguir infectándose por la baja medida en los test PCR? Por alguno de esos conceptos, Madrid podría
ser un buen candidato para ser el centro de atención, sobre todo si,
poniendo féretros en portada, queremos marcar el concepto ‘muertos’.
Entonces, ¿esos féretros? ¿son de Madrid? ¿Ha habido durante
algún día de estas ya largas semanas algún muerto español, en
portada? No. ¡Son de Nueva York!
Cada
día aprende uno como se va construyendo la narración. Desvía la
atención, dirige el oprobio y la culpa. Elige bien al enemigo,
vistoso, grande, visible, adórnalo con una semántica pegadiza,
repite, martillea. Y oculta, ciega, diluye, distorsiona lo que puede
hacer daño a nuestros protegidos.
Si
está situación se prolongase nos destruiría. El distanciamiento
físico exacerba las diferencias, convierte la política en el centro
de la conversación: una idea de la política como manejo de ideas
abstractas sin corporeidad. En una conversación habitual, en una
tertulia no solo hablan las palabras, también lo hacen los cuerpos
que llenan de matices las secas afirmaciones. Es como en el amor
erótico, cuando los cuerpos se juntan desaparecen las diferencias
entre los amantes por muy pronunciadas que sean, en el encuentro
erótico arden los cuerpos y la antipolítica cede ante la amistad
que nace, una amistad cívica en la que Hannah Arendt ve algo más
vinculante que el simple juego estratégico de oposición al
adversario.
Esta
es la situación ideal para reforzar una narración omnicomprensiva,
unificadora, dual.
Los individuos están desprotegidos, abiertos a una información
cerrada, dirigida, emasculada. Es cierto que hay más canales, que si
uno quiere buscar halla. Pero el poder del poder es poderoso, domina
los canales oficiales pero puede redirigir los no oficiales, como es
el caso de ese vídeo o de
los
balcones. En Moscú a quienes hacen ese tipo de trabajo los llaman
tecnólogos de la política, aquí, asesores. Han tenido un éxito
arrollador (Putin, Trump). La mayor parte de la gente no tiene
capacidad ni voluntad, ni ha sido educada para hacerse un juicio
propio. Así nacen las dictaduras. No quiero decir que estemos a las
puertas, pero es una situación propicia.

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