lunes, 27 de abril de 2020

Aquí en la Tierra, de Tim Flannery



Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de los otros y hacen que la felicidad le resulte necesaria, aunque no derive de ella más que el placer de contemplarla”. (Adam Smith, “Teoría de los Sentimientos Morales”)

Lo que hoy es la Tierra es el resultado de tres dinámicas interconectadas, los océanos, la masa continental y la atmósfera. Durante su prolongada historia de más de 4.500 millones de años no ha parado de agitarse. Hace 3.500 millones surgió algo que no estaba en el comienzo, la vida. La vida ha cambiado la dinámica del planeta varias veces. Durante millones de años hubo vida anaeróbica, antes de que hubiese oxígeno en el aire, hasta que las cianobacterias empezaron a evolucionar durante millones de años hacia la oxidación mediante la fotosíntesis. Se conoce como La Gran Oxidación o Catástrofe del Oxígeno el evento que cambió las formas de vida en la Tierra. Tuvo lugar hace 2.500 millones de años. La oxidación fue un proceso lento y tuvo como efecto la producción de CO2 y un cambio del clima hacia una gran glaciación que hizo que la mayoría de la vida (anaeróbica) desapareciese. Pero al mismo tiempo hizo posible otro tipo de vida, la vida tal como la conocemos, la vida aeróbica, la que necesita de oxígeno y carbono. La biosfera verde del planeta (plantas y plancton), gracias a la energía que capta del sol, mediante la fotosíntesis, atrapa y descompone el CO2 de la atmósfera, suelta el oxígeno y utiliza el carbono para construir los tejidos de los seres vivos; cuando mueren se descomponen y se depositan en el fondo del océano antes de, transformados, convertirse en rocas, gas, carbón y petróleo, ser devueltos en forma de CO2 a la atmósfera y de nuevo erosionados. La biosfera pone en marcha un intrincado mecanismo en extraordinario equilibrio térmico y químico que relaciona los gases de la atmósfera, las corrientes oceánicas y la composición de la corteza terrestre. Sin la biosfera la entropía atmosférica habría degradado al planeta hasta convertirlo en un cuerpo similar a Venus.

Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, fijándose en lo que ha ocurrido en los últimos 500 millones de años, tras aparecer la vida macroscópica, descubrieron casi al mismo tiempo que la vida ha ido evolucionando en el planeta por medio de la selección natural, haciéndose cada vez más compleja. Su visión, sin embargo, difería. Darwin ponía énfasis en la supervivencia de los mejor capacitados. Wallace, con una perspectiva holística, en la complementariedad de los organismos. Supervivencia del más apto frente a cooperación. En la historia de la vida las especies se han visto abocadas a la destrucción cuando su población crecía exponencialmente agotando los recursos (hipótesis de Medea) o bien han encontrado el camino a la supervivencia mediante una gestión adecuada (Gaia). Un paso más allá en la comprensión de la vida en la Tierra lo dio James Lovelock cuando propuso que nuestro planeta era como un superorganismo. Lovelock le dio el nombre de Gaia. Antes que él, William Donald Hamilton ya se había preguntado si la evolución construía ecosistemas resistentes y estables en el tiempo. La hipótesis de Gaia postula que los organismos han tenido un papel activo en el moldeado de la química del entorno. En particular la evolución de las plantas terrestres influyeron en la abundancia de carbono orgánico en las rocas que a su vez altera los niveles de oxígeno. A través de la interdependencia se han ido construyendo ecosistemas en los que conviven las especies cuya vida se ha ido haciendo más compleja.

Qué sabemos de la Tierra más allá de que es un planeta que gira alrededor del sol y ese periplo determina los cambios estacionales y que al girar sobre sí mismo marca el ritmo de los días y las noches. Qué significa que albergue vida y que se distribuya de forma tan diferente en el aire, en el el océano y en tierra. Cómo se establece la dinámica entre la vida y los sistemas de la tierra, quién influye y determina a quién, la geología en la vida o la biosfera en la formación de rocas, la composición de los gases de la atmósfera o la dinámica de las corrientes oceánicas. Qué hace que todo esté en danza, de dónde procede la energía, cómo se establecen los equilibrios, ¿son duraderos, pueden alterarse catastróficamente? ¿Es tan determinante nuestra especie, desde que hace 50.000 años saliera de África y poblara el mundo, como para alterar esos equilibrios y precipitar la catástrofe o es más frágil de lo que parece? ¿Nos encontramos en un punto crítico? ¿Vamos hacia la autoextinción (Medea) o hemos alcanzado una madurez como especie como para ayudar a Gaia en su autorregulación? A esas preguntas y muchas más responde Tim Flannery en este libro.


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