“Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de los otros y hacen que la felicidad le resulte necesaria, aunque no derive de ella más que el placer de contemplarla”. (Adam Smith, “Teoría de los Sentimientos Morales”)
Lo
que hoy es la Tierra es el resultado de tres dinámicas
interconectadas, los océanos, la masa continental y la atmósfera.
Durante su prolongada historia de más de 4.500 millones de años no
ha parado de agitarse. Hace 3.500 millones surgió algo que no estaba
en el comienzo, la vida. La vida ha cambiado la dinámica del planeta
varias veces. Durante
millones de años hubo vida anaeróbica, antes de que hubiese oxígeno en
el aire, hasta que las cianobacterias empezaron
a evolucionar durante millones de años hacia la
oxidación
mediante la fotosíntesis. Se conoce como La Gran Oxidación o
Catástrofe del Oxígeno el
evento que cambió las formas de vida en la Tierra. Tuvo
lugar hace 2.500 millones de años. La oxidación
fue un proceso lento y
tuvo como efecto la producción de CO2
y
un cambio del clima hacia una
gran
glaciación
que hizo que la mayoría de la vida (anaeróbica) desapareciese. Pero
al mismo tiempo hizo posible otro
tipo de vida, la
vida tal como la conocemos, la
vida
aeróbica, la que necesita de oxígeno y carbono. La biosfera
verde del planeta (plantas
y plancton), gracias a la
energía que
capta del sol, mediante
la
fotosíntesis, atrapa y descompone el CO2
de la atmósfera, suelta el oxígeno y utiliza el carbono para
construir los tejidos de los seres vivos; cuando mueren se
descomponen y se
depositan en el fondo del
océano antes de, transformados, convertirse
en rocas, gas, carbón y petróleo, ser devueltos en forma de CO2
a la atmósfera y
de nuevo erosionados.
La
biosfera pone en marcha un intrincado mecanismo en extraordinario
equilibrio térmico
y químico
que relaciona los gases de la atmósfera, las corrientes oceánicas y
la composición de la corteza terrestre.
Sin la biosfera la
entropía atmosférica habría
degradado al
planeta hasta convertirlo
en un cuerpo similar a Venus.
Charles
Darwin
y Alfred Russel Wallace, fijándose
en lo que ha ocurrido en los últimos 500 millones de años,
tras
aparecer la vida macroscópica, descubrieron
casi al mismo tiempo que la vida ha ido evolucionando en el planeta por
medio de la selección natural, haciéndose cada vez más compleja.
Su visión, sin embargo, difería.
Darwin ponía énfasis en la supervivencia de los mejor capacitados.
Wallace, con una perspectiva holística, en
la complementariedad
de los organismos. Supervivencia del más apto frente a cooperación.
En
la historia de la vida las especies se han visto abocadas a la
destrucción cuando su población crecía exponencialmente agotando
los recursos (hipótesis
de Medea)
o bien han encontrado el camino a la supervivencia
mediante
una gestión adecuada
(Gaia).
Un
paso más allá en la comprensión de la vida en la Tierra lo dio
James Lovelock cuando
propuso
que nuestro
planeta era como
un superorganismo. Lovelock
le dio el
nombre de Gaia. Antes
que él, William Donald Hamilton ya se había preguntado si la
evolución construía ecosistemas resistentes y estables en
el tiempo.
La
hipótesis de Gaia postula que los organismos han tenido un papel
activo en el moldeado de la química del entorno. En
particular la evolución de las plantas terrestres influyeron
en
la abundancia de carbono orgánico en las rocas que a su vez altera
los niveles de oxígeno. A
través de la interdependencia se
han ido construyendo ecosistemas en
los que conviven las especies cuya vida se ha ido haciendo más
compleja.
Qué
sabemos de la Tierra más allá de que es un planeta que gira
alrededor del sol y ese periplo determina
los cambios estacionales y que al girar sobre sí mismo marca el
ritmo de los días y las noches. Qué significa que albergue vida y
que se distribuya de forma tan diferente en el aire, en
el el
océano y
en tierra. Cómo
se establece la dinámica entre la vida y los
sistemas de la
tierra, quién influye y determina a quién, la geología en
la vida o
la biosfera
en
la formación de rocas, la composición de los gases de la atmósfera
o la dinámica de las corrientes oceánicas.
Qué hace que todo esté en danza, de dónde procede la energía,
cómo se establecen los equilibrios, ¿son
duraderos, pueden alterarse catastróficamente? ¿Es tan determinante
nuestra especie, desde que hace 50.000 años saliera
de África y poblara
el mundo, como para alterar esos equilibrios y precipitar la
catástrofe o es más frágil de lo que parece?
¿Nos
encontramos en un punto crítico? ¿Vamos
hacia la autoextinción (Medea) o hemos alcanzado una madurez como
especie como para ayudar a Gaia en su autorregulación? A
esas preguntas y muchas más responde Tim Flannery en este libro.

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