martes, 14 de abril de 2020

Por una salida virtuosa



Durante el brote [de peste] que se produjo con Cómodo en el trono, un observador culto e informado como el senador e historiador Dion Casio —que ocuparía un puesto en el consejo de dos emperadores— afirmaba que con frecuencia morían 2.000 personas diarias en la ciudad de Roma y muchas más a lo largo y ancho del Imperio. Estos infortunados, creía él, “perecían a manos de criminales que impregnaban unas agujas minúsculas con sustancias mortíferas y recibían un pago por infectar a la gente”. No se revela la identidad ni la motivación de quien lo pagaba, pero el lector podría asumir que se trataba del mismísimo y malvado emperador Cómodo”.

La dimensión de lo que estamos viviendo, la medida exacta de su realidad, lo sabremos cuando se convierta en drama personal. Para muchos ya lo es. No para la mayoría de la población que está anestesiada. La suma de esos dramas puede convertirse en tragedia nacional. Por eso es necesario el pacto, la escenificación de la unidad, la disputa política debe mutar en proyecto colectivo.

Todos tenemos un programa de máximos. También de mínimos. La diversidad de ideas, como la biodiversidad en el planeta, es lo que nos hace prosperar. Por ensayo y error sabemos cuáles de esas ideas son nocivas, aunque mucha gente crea (ese es el verbo) que son las buenas. Los populistas atraen con ellas a los crédulos desinformados. Les entusiasman con ilusiones. Nadie cree en la actualidad que haya malévolos que nos impregnan el virus con minúsculas agujas, pero abundan los crédulos entusiastas, economistas y filósofos e historiadores como Dion Casio, que escriben recetas y conjuros para una vida sin mercado y sin globalización. Los populistas nos gobiernan en este momento crítico. Desgraciadamente tenemos que contar con ello. Tenemos que contar con ellos. La democracia los ha puesto en esa posición. Lo aceptamos. Pero hemos de salir de esta. Así que vamos a pactar con ellos. Presionemos para pactar con ellos. Con todos ellos, no queda otra. No tenemos más remedio que abrazarnos a los ciegos e intentar guiarlos. Incluso, si tenemos que romper nuestro programa de mínimos.

¿Cuáles son las virtudes del pacto? Reiniciar, programar el futuro, es la más importante. Pactando se verán obligados a aceptar cosas que de otro modo no harían, ideas que saben necesarias pero que su dinámica populista les impide aceptar. El pacto ayudará a rebajar la toxicidad ambiental en que nos ahogamos. El pacto impedirá que los radicales incendian las calles (sí, hay que aceptar a los radicales en el pacto). Un pacto de país hará que la clase política asuma responsabilidad y costes, que los ciudadanos lo vean como un impulso unitario y, lo más importante, que no tengamos que acudir al rescate (UE o FMI) con durísimas condiciones al estilo griego. ¿O es que queremos que las pensiones sean rebajadas un 30 % y la sanidad en dos tercios como ocurrió en Grecia? Tendría su gracia que los que ahora piden desglobalizar, acabar con el neoliberalismo y una nueva economía, que despotrican contra los recortes, de nuevo, si tomaran del todo el poder, se vieran obligados a aceptar a los hombres de negro como hizo Tsipras. Otra vez. Aunque no hay que escandalizarse, en su marcha hacia la estación Finlandia, el objetivo no es salir bien de la crisis sino tomar el poder y para ello cuanto peor mejor. Unos rigurosos y unitarios pactos de país crearán las condiciones para una salida virtuosa.

Como es probable que el gobierno siga en la propaganda y, en realidad, no desee el pacto, la oposición debe forzarlo, no darle la oportunidad de decir que ella no lo quiere. Porque es evidente que tras armar un gobierno basado en la estrategia dualista amigo/enemigo (Carl Schmitt), les va a resultar casi imposible sentarse en la mesa con el enemigo que han forjado.



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