Si
algo deberíamos aprender de esta crisis es que los gobiernos
populistas no nos salvarán. Hemos visto el tiempo transcurrido mientras el virus crecía de modo exponencial. Uno tras otro los
gobiernos creyeron e hicieron ver que donde ellos gobernaban no
llegaría, que en los países afectados
el
desastre se
debía a la ignorancia e incompetencia de sus gobernantes, pero
que ellos estaban a salvo por su superioridad.
Si
de algo deberíamos desconfiar es de su aparato de propaganda. Un
gobierno populista solo controla y engrasa una cosa, su ramificado
aparato
de propaganda: periódicos, televisiones, redes digitales, bots, asesores o
tecnólogos políticos, observatorios, redes sociales. Sucesivamente
hicieron creer que el virus no era peor que una gripe, que lo de
Wuhan era una risa, que Italia es un desastre, que con unas pocas
medidas era suficiente, que el confinamiento incondicional era
necesario, que Johnson, Bolsonaro y Trump tal y tal, que nosotros
fuimos los más diligentes y los que tomamos las
mejores
medidas, que los críticos son unos irresponsables a quienes no
importa la salud de la gente, que hay unos culpables definidos: la
UE, la oposición que no colabora, la población que se salta las
normas.
Si
algo debería ser evidente es que los populistas no están preparados
para la gestión. Absorbidos por la propaganda y la agitación contra
los enemigos que se crean en cada ocasión gastan energías y dinero
en políticas de escaparate, despreciando lo que no se ve, la gestión
del futuro: analizar y prevenir, recopilar datos y proyectar,
imaginar o simular el futuro.
Hay
algo desolador en el presente. La incapacidad para la reacción
inmediata, la falta de agilidad, la tardanza en afrontar con coraje y
tomar medidas. El aparato del Estado está lastrado por la política
de propaganda y escaparate, desdeñando la previsión y la adaptación
al problema del día. Y es desolador porque aportando todos los
recursos disponibles, echando mano de una enorme deuda que afectará
a las generaciones futuras ha sido ineficiente, incapaz de minimizar
los daños.
Esta
es una crisis pasajera a la que suponemos un fin. Pero tenemos graves
asuntos pendientes sobre los que el populismo nos ha reconvenido más
que advertido que ahora vemos solo eran propaganda. El envejecimiento
de la población es uno, el cambio climático es otro. A ellos se
podrían añadir las migraciones y la pérdida de empleos que
conllevará la robotizacion. Y vemos que son temas de combate
político, de propaganda, no vistos como reales, porque los gobiernos
populistas no habían hecho nada para afrontarlos cuando aparezcan
con la urgencia e inmediatez que ha aparecido el virus: no había
fondos de previsión para la vejez y el paro masivo. No había ni un
mínimo plan de contingencia para cuando la crisis climática
aparezca en forma de episodio estrangulador. Estamos desamparados por
la falta de aquello que se debe exigir a los gobiernos: previsión.
Tenemos razones para estar asustados.
Pero
eso ya lo sabíamos. O ¿no? El asunto es si la democracia tal
como la conocemos es
el mejor sistema para organizar la vida política, si
la
experiencia acumulada en torno al populismo será suficiente para
desalojarlo del poder y
vacunarnos contra él.
Planto.
Planto.
4 comentarios:
Debo decirle que desde Logroño le leo cada día y que suelo estar de acuerdo con usted. Me sirven de mucho sus textos. Me sorprendebcuando escribe exactamente lo mismo que yo había pensado este o aquel día. Uno está menos solo con sus ideas.
Gracias.
Siempre es grato coincidir con alguien, saber que uno no piensa en el vacío. Gracias.
No, no coincide usted con alguno, me da la impresión que coincide con muchos pero la estrategia consiste en que el que manifieste su descuerdo, sea tildado de insolidario, advenedizo o simplemente facha, una técnica muy depurada para defender la 'nada' que es lo que ofrecen estos gobiernos, es decir son buenos definiendo los errores de los demás pero auténticos incapaces de solucionarlos y bastante efectivos creando otros.
Felicidaes por el blog.
Gracias por su comentario
Publicar un comentario