miércoles, 22 de abril de 2020

En el Día Mundial de la Tierra



En nuestro barrio cósmico existe el Sol que nos da la energía, existe la Tierra que es nuestra casa y existe la vida, un manto inquieto y explosivo que cubre su superficie. Cada uno tiene su historia. La del sol y la tierra es vieja, se mide en miles de millones de año, la de la vida también. Una serie de accidentes en gran medida debidos a la tectónica de placas y al curso azaroso de las cosas han hecho aparecer y desaparecer formas diferentes de vida. Apareció el oxígeno, la fotosíntesis, el plancton, las plantas y las formas complejas de la vida. Y después de millones de años cuando parecía que la banca ya no daba para más apareció la especie humana, hace unos segundos. La selección natural es la guía para entender la aparición y desaparición de las especies. ¿Pero cómo funciona, preservando los genes del individuo o los de la especie? Algunas especies mejor organizadas que otras han perdurado porque contrarrestan la selección de los más aptos con la cooperación. En superorganismos los individuos se sacrifican en beneficio de la especie. ¿Existe el altruismo en la naturaleza? ¿Está contenido en el genoma el comportamiento social? Las obreras de un hormiguero se abstienen de su reproducción. El hombre ha comprendido los mecanismos de la evolución, pero también el sistema que forma con la Tierra. Ha comprendido la biodiversidad y la coevolución, cómo la biosfera se ha convertido en una fuerza que interactúa con el planeta. William Donald Hamilton, uno de los biólogos más importantes, fue uno de los primeros en comprenderlo. En su testamento, de forma poética, refleja la estrecha unidad entre el hombre y la tierra:
[que] mi cuerpo sea llevado a Brasil [...]. Se tenderá de una forma segura contra las comadrejas y los buitres [...] y ese gran escarabajo Coprophaneus me enterrará. Entrarán en mi carne, la enterrarán, vivirán de ella; y en forma de sus descendientes y los míos, escaparé a la muerte. No habrá para mí ni gusanos ni sórdidas moscas, zumbaré en el crepúsculo como un enorme abejorro. Seré muchos de ellos, zumbaré incluso como una nube de motocicletas, seré transportado, en alas de cuerpos voladores hacia la espesura brasileña, bajo las estrellas, elevado bajo esos hermosos y no fundidos élitros que todos llevaremos por encima de nuestras espaldas. Y así, por fin, yo también brillaré como un escarabajo terrestre violeta bajo una piedra”. (Tomado de Aquí en la tierra, de Tim Flannery).

Si nos tomamos en serio la salud del planeta tenemos que echar cuentas. Estamos de acuerdo que es el Tema, el problema más importante a que nos enfrentamos. También estaremos de acuerdo en que este es el gobierno más preocupado por el cambio climático y que, por tanto, cuando habla de él, no hace propaganda, sino que su preocupación real. Seguro que hay muchos ministros que no están a tiempo completo dedicados al coronavirus. (Por cierto, ¿cuántos ministros tenemos? ¿Cuántos vicepresidentes? ¿Cuántos secretarios de Estado? ¿A qué se dedican?) Cabe esperar que como la mayoría no tiene gran cosa que hacer en este periodo de inactividad, ni que se sepa les han hecho un ERTE, estarán dedicando su valioso tiempo al tema más decisivo de nuestro tiempo. Creo que, incluso, hay un ministerio y una vicepresidencia dedicados a la transición energética. Así que lo que estarán haciendo es calcular cómo reducir las administraciones públicas, los organismos duplicados, los sobrantes, los inútilmente costosos para hacerlos energéticamente eficientes y reducir de modo notable las emisiones de CO². Estoy impaciente por ver el resultado de ese estudio y cómo se implementa. Celebremos con medidas útiles el Día Mundial del Planeta.

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