En
nuestro barrio cósmico existe el Sol que nos da la energía, existe
la Tierra que es nuestra casa y existe la vida, un manto inquieto y
explosivo que cubre su superficie. Cada uno tiene su historia. La del
sol y la tierra es vieja, se mide en miles de millones de año, la de
la vida también. Una serie de accidentes en gran medida debidos a la
tectónica de placas y al curso azaroso de las cosas han hecho
aparecer y desaparecer formas diferentes de vida. Apareció el
oxígeno, la fotosíntesis, el plancton, las plantas y las formas
complejas de la vida. Y después de millones de años cuando parecía
que la banca ya no daba para más apareció la especie humana, hace
unos segundos. La selección natural es la guía para entender la
aparición y desaparición de las especies. ¿Pero
cómo funciona, preservando los genes del individuo o los de la
especie?
Algunas especies
mejor organizadas que otras han perdurado porque contrarrestan la
selección de los más aptos con la cooperación. En
superorganismos los individuos se sacrifican en beneficio de la
especie. ¿Existe el altruismo en la naturaleza? ¿Está contenido en
el genoma el comportamiento social? Las obreras de un hormiguero se
abstienen de su reproducción. El
hombre ha comprendido los mecanismos de la evolución, pero también
el sistema que forma con la Tierra. Ha
comprendido la biodiversidad y la coevolución, cómo la biosfera se
ha convertido en una fuerza que interactúa con el planeta.
William Donald Hamilton, uno
de los biólogos más importantes,
fue uno de los primeros en comprenderlo. En su testamento, de forma poética, refleja
la estrecha unidad entre el hombre y la tierra:
“[que] mi cuerpo sea llevado a Brasil [...]. Se tenderá de una forma segura contra las comadrejas y los buitres [...] y ese gran escarabajo Coprophaneus me enterrará. Entrarán en mi carne, la enterrarán, vivirán de ella; y en forma de sus descendientes y los míos, escaparé a la muerte. No habrá para mí ni gusanos ni sórdidas moscas, zumbaré en el crepúsculo como un enorme abejorro. Seré muchos de ellos, zumbaré incluso como una nube de motocicletas, seré transportado, en alas de cuerpos voladores hacia la espesura brasileña, bajo las estrellas, elevado bajo esos hermosos y no fundidos élitros que todos llevaremos por encima de nuestras espaldas. Y así, por fin, yo también brillaré como un escarabajo terrestre violeta bajo una piedra”. (Tomado de Aquí en la tierra, de Tim Flannery).
Si
nos tomamos en serio la salud del planeta tenemos que echar cuentas.
Estamos de acuerdo que es el Tema, el problema más importante a que
nos enfrentamos. También estaremos de acuerdo en que este es el
gobierno más preocupado por el cambio climático y que, por tanto,
cuando habla de él, no hace propaganda, sino que su preocupación
real. Seguro que hay muchos ministros que no están a tiempo completo
dedicados al coronavirus. (Por
cierto, ¿cuántos ministros tenemos? ¿Cuántos vicepresidentes?
¿Cuántos secretarios de Estado? ¿A qué se dedican?)
Cabe
esperar que
como la mayoría no tiene gran cosa que hacer en este periodo de
inactividad, ni que se sepa les han hecho un ERTE, estarán dedicando
su valioso tiempo al tema más decisivo de nuestro tiempo. Creo que,
incluso, hay un ministerio y una vicepresidencia dedicados a la
transición energética. Así que lo que
estarán haciendo
es calcular cómo reducir las administraciones públicas, los
organismos duplicados, los sobrantes, los inútilmente costosos para
hacerlos energéticamente eficientes y reducir de modo notable las
emisiones de CO². Estoy impaciente por ver el resultado de ese
estudio y cómo se implementa. Celebremos con medidas útiles el Día
Mundial del Planeta.

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