Cuánta
ignorancia, cuánta insensatez, que mal se manejan con la realidad,
no solo los políticos y los periodistas pelotilleros,
también los que se dicen científicos. En realidad la infoesfera
toda, teles, periódicos, radios, redes, está
infectada
de irrealidad, incapaces, no preparados, no formados para ver la
desnudez de los hechos. Se ve ahora la desnudez de la representación
del mundo, hecha de presupuestos, de ideaciones en el aire, de
mentiras tomadas por verdad.
Ha sido cosa curiosa de ver cómo los países han ido cayendo, todavía están cayendo sin aprender, como
castillos de naipes o como fichas de dominó en una fila empujada por
el viento de Asia. Veían Wuhan
y decían China, allá lejos, lejos en el espacio y lejos en el
tiempo; veían Irán y decían, clérigos, cerrazón, pero miraban
sin ver qué hacía Corea, que hacían Singapur y Taiwán; veían
Italia y decían improvisación, sur, desorganización,
incompetencia,
lo
mismo que decían cuando veían España; Londres y Suecia decían
estamos preparados, somos eficientes, somos listos, más listos,
enfocamos el problema, tenemos la buena solución, no necesitamos el
enclaustramiento; Bolsonaro, que era cosa de los chinos, no había
que preocuparse, “Esto
es un constipadito”, decía,
y Maduro, cosa del neoliberalismo, y López Obrador, que cada quien
siguiese con su vida, que ya les diría a los mexicanos, y Trump, que
la plaga era una invención, cosa
de izquierdistas. Por más que avanzase la infección, acelerando su
ritmo, por más que viesen cadáveres no acababan de salir del sueño
que confundían con la realidad en que andan desde hace años. ¿Quién
estaba preparado para hacer frente a los hechos? La
población no, que ha vivido envuelta en un manto de irrealidad, cada
vez más alejado de la verdad, desde hace mucho y
sigue en él.
Es la población, borracha de irrealidad, quien ha votado, elegido a
los personajes más estrafalarios para convertirlos en líderes, sin
formación, palabreros, vendedores de frascos y ungüentos contra la
calvicie. Mira uno a uno a todos los líderes de Occidente y dime, de
quien te fiarías, dime
uno solo.
Qué
no entienden. Qué les ha costado tanto entender. Los
negacionistas (mira cuántas páginas, cuántos vídeos) tienen una parte de razón, el mundo de las verdades a medias, pero
la pierden porque no acaban de entender el problema principal del
virus, su virulencia.
Dicho de otro modo, no acaban de entender el problema de la curva. Lo
que acaban de entender es el problema del pánico generado, no hay
para tanto, dicen y tienen razón, pero al estar todo el mundo
pendiente de las teles, infecciones y muertes, la gente piensa que le
va la vida en ello, y no, efectivamente, a la mayor parte no le va la
vida en ello. Es algo difícil de obviar, la información, no estar
pendiente de la tele, no comprender el confinamiento.
Lo
que no entienden y es lo decisivo, es la curva. ¿Cuál es el
problema de la curva? Lo propio de los virus es su virulencia, la
capacidad vertiginosa de reproducirse, de replicarse, mejor, pues no
son del todo seres vivos, necesitan
un huésped para replicarse, células
vivas, de
ahí el ritmo vertiginoso de los contagios. Para la mayor parte de la
gente el contagio no supone nada, quizá para el 80 %; para otra
parte, quizá el 15 %, ocasiona algún tipo de problemas, tos,
fiebre, malestar corporal; y para una parte, un 5% tal
vez,
es necesaria la hospitalización y de estos, es difícil establecer
el número exacto,
hay
una parte que ha de intubarse (respiradores)
porque la neumonía se complica y puede ser mortal. Como la
progresión de la enfermedad es rápida hay que detenerla como sea.
Hasta ahora no se ha descubierto otro modo que el confinamiento,
generalizado (China) o con control (Corea, Singapur, Taiwan: ya
sabían cómo apañárselas porque tenían la experiencia de la
anterior epidemia de
SARSr-CoV).
¿Por qué es necesario el confinamiento? Para ralentizar el contagio
y prolongarlo en el tiempo, porque solo de ese modo no se colapsará
el sistema sanitario, la gente acudirá a los hospitales más
lentamente, estará mejor atendida, habrá menos muertes. Y en
consecuencia habría
menos pánico, pero es un pez que se muerde la cola: es necesario el
confinamiento, no hay otra solución (de momento), las teles están
encima, la población entra en pánico.
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