miércoles, 25 de marzo de 2020

La maldición del populismo



Cuánta ignorancia, cuánta insensatez, que mal se manejan con la realidad, no solo los políticos y los periodistas pelotilleros, también los que se dicen científicos. En realidad la infoesfera toda, teles, periódicos, radios, redes, está infectada de irrealidad, incapaces, no preparados, no formados para ver la desnudez de los hechos. Se ve ahora la desnudez de la representación del mundo, hecha de presupuestos, de ideaciones en el aire, de mentiras tomadas por verdad. Ha sido cosa curiosa de ver cómo los países han ido cayendo, todavía están cayendo sin aprender, como castillos de naipes o como fichas de dominó en una fila empujada por el viento de Asia. Veían Wuhan y decían China, allá lejos, lejos en el espacio y lejos en el tiempo; veían Irán y decían, clérigos, cerrazón, pero miraban sin ver qué hacía Corea, que hacían Singapur y Taiwán; veían Italia y decían improvisación, sur, desorganización, incompetencia, lo mismo que decían cuando veían España; Londres y Suecia decían estamos preparados, somos eficientes, somos listos, más listos, enfocamos el problema, tenemos la buena solución, no necesitamos el enclaustramiento; Bolsonaro, que era cosa de los chinos, no había que preocuparse, “Esto es un constipadito”, decía, y Maduro, cosa del neoliberalismo, y López Obrador, que cada quien siguiese con su vida, que ya les diría a los mexicanos, y Trump, que la plaga era una invención, cosa de izquierdistas. Por más que avanzase la infección, acelerando su ritmo, por más que viesen cadáveres no acababan de salir del sueño que confundían con la realidad en que andan desde hace años. ¿Quién estaba preparado para hacer frente a los hechos? La población no, que ha vivido envuelta en un manto de irrealidad, cada vez más alejado de la verdad, desde hace mucho y sigue en él. Es la población, borracha de irrealidad, quien ha votado, elegido a los personajes más estrafalarios para convertirlos en líderes, sin formación, palabreros, vendedores de frascos y ungüentos contra la calvicie. Mira uno a uno a todos los líderes de Occidente y dime, de quien te fiarías, dime uno solo.

Qué no entienden. Qué les ha costado tanto entender. Los negacionistas (mira cuántas páginas, cuántos vídeos) tienen una parte de razónel mundo de las verdades a medias, pero la pierden porque no acaban de entender el problema principal del virus, su virulencia. Dicho de otro modo, no acaban de entender el problema de la curva. Lo que acaban de entender es el problema del pánico generado, no hay para tanto, dicen y tienen razón, pero al estar todo el mundo pendiente de las teles, infecciones y muertes, la gente piensa que le va la vida en ello, y no, efectivamente, a la mayor parte no le va la vida en ello. Es algo difícil de obviar, la información, no estar pendiente de la tele, no comprender el confinamiento.

Lo que no entienden y es lo decisivo, es la curva. ¿Cuál es el problema de la curva? Lo propio de los virus es su virulencia, la capacidad vertiginosa de reproducirse, de replicarse, mejor, pues no son del todo seres vivos, necesitan un huésped para replicarse, células vivas, de ahí el ritmo vertiginoso de los contagios. Para la mayor parte de la gente el contagio no supone nada, quizá para el 80 %; para otra parte, quizá el 15 %, ocasiona algún tipo de problemas, tos, fiebre, malestar corporal; y para una parte, un 5% tal vez, es necesaria la hospitalización y de estos, es difícil establecer el número exacto, hay una parte que ha de intubarse (respiradores) porque la neumonía se complica y puede ser mortal. Como la progresión de la enfermedad es rápida hay que detenerla como sea. Hasta ahora no se ha descubierto otro modo que el confinamiento, generalizado (China) o con control (Corea, Singapur, Taiwan: ya sabían cómo apañárselas porque tenían la experiencia de la anterior epidemia de SARSr-CoV). ¿Por qué es necesario el confinamiento? Para ralentizar el contagio y prolongarlo en el tiempo, porque solo de ese modo no se colapsará el sistema sanitario, la gente acudirá a los hospitales más lentamente, estará mejor atendida, habrá menos muertes. Y en consecuencia habría menos pánico, pero es un pez que se muerde la cola: es necesario el confinamiento, no hay otra solución (de momento), las teles están encima, la población entra en pánico.

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