"No hablamos sino a las horas que no vivimos ... Y la vida verdadera, la única que deja alguna huella, no está hecha sino de silencios" (Maurice Maeterlinck)
qué
pasa con el hombre que ha dado a volar su palabra, que se ha vaciado,
solitario y silencioso, sentado en la butaca de su cuarto, con los
ojos cerrados, ahuecado por dentro, sin nada que le contenga ni nada
que contener, qué será de este hombre sin nada más que decir,
quizá le haya abandonado la vida y esté a la espera del enterrador,
o
ese otro que, tras perorar una hora entera desde el estrado y la
pizarra, acaso ente una
pantalla extendida, ve como se queda solo en el aula vacía, todo lo
que ha salido de su boca no era suyo, escribía fórmulas, repetía
lo leído en libros, lo oído en conferencias y charlas, un altavoz
su boca, un espejo, un reflector a la espera de que la
luz dibuje en él luces y sombras, podría ahora un brazo mecánico
levantar en el aire sus brazos y piernas desarticulados, su rostro
exangüe, su cuerpo de trapo y arrojarlo al trastero de los objetos
rotos,
como
a todos los sentados en las sillas con tablero, afanados en
transcribir lo que oyen,
una palabra tras otra, con alguna volandera que escapa por la ventana
antes de tiempo, oído, clic y mano, alguien dijo una vez, otro
recogió lo que decía, otro lo comentó, lo escribió de oídas otro
más, otros lo convirtieron en sabiduría y lo enseñaron, se
escribieron libros y en esta aula remota el hombre que ha terminado
en guiñapo ponía nota a los apuntes, esa nota se hizo empleo y
salario, de ahí salieron hijos, el mundo se reprodujo repitiendo,
el
mundo, una colección de palabras muertas,
"la
existencia es plagio" (Cioran)
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