Sin
duda 1989 es una frontera, una etapa histórica acabó y otra ha
comenzado.
Acabó la guerra fría, la pelea entre dos bloques económicos e
ideológicos por la implosión del sistema comunista. ¿Qué le
siguió? Francis Fukuyama escribió un libro, El
fin de la historia,
que tuvo gran repercusión. En el sostenía que el mundo seguiría el
faro liberal, los valores y las instituciones liberales eran tan
atractivas que el mundo seguiría ese faro. Y así pareció suceder
cuando, tras la caída del muro, en 1989, y el posterior
desmoronamiento de la URSS, que
dio
lugar a nuevas repúblicas, estas adoptaron las formas de la
democracia liberal, notablemente en los países del centro y este de
Europa y en la propia Rusia. A la nueva etapa que se abría la
denominan los autores del libro La
Era de la Imitación.
¿Había triunfado, por tanto, el sistema de valores engendrado en
Europa y en EEUU desde la Ilustración?
No, exactamente, sino más bien al contrario, sostienen.
En
una primera etapa, los líderes reformistas de centroeuropa parecía
que levantaban instituciones democráticas a imitación de Occidente,
sistemas representativos, con libertad de prensa, separación de
poderes y rendición de cuentas, pero tras unos años de relativa
calma la crisis reavivó sentimientos que no habían desaparecido.
Las élites locales conservadoras aprovecharon el resentimiento de
fondo de
la población,
por no haber accedido al bienestar que
se les prometía,
para avivar el etnicismo y la singularidad de la propia nación y de
ese modo acceder al poder con programas iliberales. Tal fue el caso
de Orban en Hungría y los Kaczyński en Polonia.
Pero
si en estos países la imitación era genuina, no lo era en el caso
de Rusia, donde la adopción de formas liberales fue una simulación
que sirvió para mantener
la estabilidad política en
un país desestructurado, tras
la caída
de la URSS,
bajo
el poder de una
élite poscomunista que
se apropió privadamente de la riqueza acumulada
por el
país en
el periodo anterior.
Si en una primera etapa la democracia mediante elecciones amañadas
sirvió para legitimar el traspaso del poder económico, la
política
de saqueo de Yeltsin y
su grupo,
en
la era Putin la democracia le ha servido, en el interior, para
estrangular
a la oposición y, en el exterior, para decir a Occidente que él
también sabe jugar a ese juego de reglas trucadas y engaños sin
disimulo.
“Rusia carece de poder blando, está desprovista de una economía competitiva, el nivel de vida medio, subvencionado por petrodolares, está estancado y se desploma, y la población envejece y mengua. Cómo hacer que una élite desconectada de la sociedad pueda afirmarse en el poder del Estado”.
El
liberalismo ha fracasado donde se las prometía felices. Las
democracias plenas de los países del centro y este de Europa se han
transformado en regímenes populistas que afirman la idea de nación
étnica, la democracia simulada de Rusia ha sido una burla a
Occidente, con el fin de asegurar el poder de la plutocracia
moscovita,
y, al
mismo tiempo,
retarlo aplicando los mismos métodos. Lo
que para Occidente era Democracia
Liberal
para Putin ha sido la
Era de la Hipocresía Occidental, y,
su objetivo,
desenmascarar el pretendido universalismo de Occidente como
tapadera para
la defensa de sus
propios intereses. La
extensión imitativa del sistema liberal no era más que la voluntad
de EE UU de dominar el mundo. La
democracia rusa es una imitación
sarcástica que
responde a las fechorías
de
Occidente con las suyas propias:
de
un lado Bosnia, Kosovo
e
Irak,
del
otro Osetia,
Crimea,
Ucrania y
Siria.
Con ello expone la debilidad de Occidente y
asegura, mediante la democracia de apariencias, la
gobernabilidad en
un Estado
excesivamente
débil,
en
un momento en que lo
único que mantenía unido a Rusia
era Gazprom,
la
descomunal empresa de gas natural controlada por el gobierno, y el
Canal
1 de
la
televisión del Estado.
“Cómo Rusia no puede derrotar a Occidente lo que hace es meterle el dedo en el ojo, difundiendo ideas sobre su hipocresía, su democracia coja, esperando que se corrompa y a la postre que se divida en fragmentos como le pasó a la URSS”.
¿Y
China, ha entrado en el juego de la imitación? En
1989 no sólo cayó el muro, tuvo lugar el acto de fuerza
de Tiananmén. La masacre de estudiantes y la posterior ley marcial
no fue un acto de debilidad, como pudo pensarse, sino una afirmación
del poder autoritario del partido único. China
ha optado por un tercer modelo, enviando
a sus estudiantes a EEUU (un tercio de los estudiantes extranjeros en
ese país son chinos) y,
con
ingeniosos acuerdos por
el sistema de
empresas conjuntas,
copiar
o robar
tecnología para
adelantar económicamente a Occidente, sin asumir
las formas de la democracia liberal, al contrario, restringiendo el
acceso de
su población a las ideas liberales. El
régimen
chino
es un sistema orientado a la
industria de exportación mediante
la
explotación
de
las personas.
¿Y
qué papel ha jugado Trump en todo esto? Trump
conecta con la revuelta iliberal, ha
explotado la desilusión y el resentimiento de sus votantes. Sus
seguidores están irritados o resentidos con los
imitadores de
sus sistema de vida, porque
la americanización del mundo es una catástrofe para Estados Unidos.
Sus
votantes de
la clase media
temen
la pérdida de puestos de trabajo en
beneficio de
China e India; también
tienen
miedo de
que los inmigrantes les quiten el trabajo, reduzcan su nivel de vida
y
secuestren
su
identidad, la
pesadilla
ultranacionalista de una "gran sustitución". El
mundo empresarial, por
su parte teme
el
robo de
la propiedad intelectual y
de
la tecnología. El
mayor daño
de Trump “no es la mentira sin descanso si no la enunciación de la
verdad de un modo selectivo, la afirmación de una serie de verdades
a medias con las que los liberales tienden a mostrarse de acuerdo”.
La
luz que se apaga es la del faro del liberalismo dando lugar a un
mundo complejo en el que la lucha ideológica del periodo de la
guerra fría ha sido sustituida
por una pelea por la hegemonía económica en el que ni Trump ni Xi
Jinping están interesados en la defensa de los
valores
del
liberalismo y la ilustración. Un libro necesario para comprender esta época.
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