miércoles, 12 de febrero de 2020

La luz que se apaga, de Ivan Krastev y Stephen Holmes



Sin duda 1989 es una frontera, una etapa histórica acabó y otra ha comenzado. Acabó la guerra fría, la pelea entre dos bloques económicos e ideológicos por la implosión del sistema comunista. ¿Qué le siguió? Francis Fukuyama escribió un libro, El fin de la historia, que tuvo gran repercusión. En el sostenía que el mundo seguiría el faro liberal, los valores y las instituciones liberales eran tan atractivas que el mundo seguiría ese faro. Y así pareció suceder cuando, tras la caída del muro, en 1989, y el posterior desmoronamiento de la URSS, que dio lugar a nuevas repúblicas, estas adoptaron las formas de la democracia liberal, notablemente en los países del centro y este de Europa y en la propia Rusia. A la nueva etapa que se abría la denominan los autores del libro La Era de la Imitación. ¿Había triunfado, por tanto, el sistema de valores engendrado en Europa y en EEUU desde la Ilustración? No, exactamente, sino más bien al contrario, sostienen. En una primera etapa, los líderes reformistas de centroeuropa parecía que levantaban instituciones democráticas a imitación de Occidente, sistemas representativos, con libertad de prensa, separación de poderes y rendición de cuentas, pero tras unos años de relativa calma la crisis reavivó sentimientos que no habían desaparecido. Las élites locales conservadoras aprovecharon el resentimiento de fondo de la población, por no haber accedido al bienestar que se les prometía, para avivar el etnicismo y la singularidad de la propia nación y de ese modo acceder al poder con programas iliberales. Tal fue el caso de Orban en Hungría y los Kaczyński en Polonia.

Pero si en estos países la imitación era genuina, no lo era en el caso de Rusia, donde la adopción de formas liberales fue una simulación que sirvió para mantener la estabilidad política en un país desestructurado, tras la caída de la URSS, bajo el poder de una élite poscomunista que se apropió privadamente de la riqueza acumulada por el país en el periodo anterior. Si en una primera etapa la democracia mediante elecciones amañadas sirvió para legitimar el traspaso del poder económico, la política de saqueo de Yeltsin y su grupo, en la era Putin la democracia le ha servido, en el interior, para estrangular a la oposición y, en el exterior, para decir a Occidente que él también sabe jugar a ese juego de reglas trucadas y engaños sin disimulo.
Rusia carece de poder blando, está desprovista de una economía competitiva, el nivel de vida medio, subvencionado por petrodolares, está estancado y se desploma, y la población envejece y mengua. Cómo hacer que una élite desconectada de la sociedad pueda afirmarse en el poder del Estado”.

El liberalismo ha fracasado donde se las prometía felices. Las democracias plenas de los países del centro y este de Europa se han transformado en regímenes populistas que afirman la idea de nación étnica, la democracia simulada de Rusia ha sido una burla a Occidente, con el fin de asegurar el poder de la plutocracia moscovita, y, al mismo tiempo, retarlo aplicando los mismos métodos. Lo que para Occidente era Democracia Liberal para Putin ha sido la Era de la Hipocresía Occidental, y, su objetivo, desenmascarar el pretendido universalismo de Occidente como tapadera para la defensa de sus propios intereses. La extensión imitativa del sistema liberal no era más que la voluntad de EE UU de dominar el mundo. La democracia rusa es una imitación sarcástica que responde a las fechorías de Occidente con las suyas propias: de un lado Bosnia, Kosovo e Irak, del otro Osetia, Crimea, Ucrania y Siria. Con ello expone la debilidad de Occidente y asegura, mediante la democracia de apariencias, la gobernabilidad en un Estado excesivamente débil, en un momento en que lo único que mantenía unido a Rusia era Gazprom, la descomunal empresa de gas natural controlada por el gobierno, y el Canal 1 de la televisión del Estado.
Cómo Rusia no puede derrotar a Occidente lo que hace es meterle el dedo en el ojo, difundiendo ideas sobre su hipocresía, su democracia coja, esperando que se corrompa y a la postre que se divida en fragmentos como le pasó a la URSS”.

¿Y China, ha entrado en el juego de la imitación? En 1989 no sólo cayó el muro, tuvo lugar el acto de fuerza de Tiananmén. La masacre de estudiantes y la posterior ley marcial no fue un acto de debilidad, como pudo pensarse, sino una afirmación del poder autoritario del partido único. China ha optado por un tercer modelo, enviando a sus estudiantes a EEUU (un tercio de los estudiantes extranjeros en ese país son chinos) y, con ingeniosos acuerdos por el sistema de empresas conjuntas, copiar o robar tecnología para adelantar económicamente a Occidente, sin asumir las formas de la democracia liberal, al contrario, restringiendo el acceso de su población a las ideas liberales. El régimen chino es un sistema orientado a la industria de exportación mediante la explotación de las personas.

¿Y qué papel ha jugado Trump en todo esto? Trump conecta con la revuelta iliberal, ha explotado la desilusión y el resentimiento de sus votantes. Sus seguidores están irritados o resentidos con los imitadores de sus sistema de vida, porque la americanización del mundo es una catástrofe para Estados Unidos. Sus votantes de la clase media temen la pérdida de puestos de trabajo en beneficio de China e India; también tienen miedo de que los inmigrantes les quiten el trabajo, reduzcan su nivel de vida y secuestren su identidad, la pesadilla ultranacionalista de una "gran sustitución". El mundo empresarial, por su parte teme el robo de la propiedad intelectual y de la tecnología. El mayor daño de Trump “no es la mentira sin descanso si no la enunciación de la verdad de un modo selectivo, la afirmación de una serie de verdades a medias con las que los liberales tienden a mostrarse de acuerdo”.

La luz que se apaga es la del faro del liberalismo dando lugar a un mundo complejo en el que la lucha ideológica del periodo de la guerra fría ha sido sustituida por una pelea por la hegemonía económica en el que ni Trump ni Xi Jinping están interesados en la defensa de los valores del liberalismo y la ilustración. Un libro necesario para comprender esta época.


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