sábado, 1 de febrero de 2020

Historia del silencio, de Alain Corbin



Un pueblo está vivo si actualiza sus clásicos. Entendiendo por pueblo un grupo de gente, más o menos amplio, que está en conversación continua consigo mismo, sin desdeñar claro está lo que le viene de fuera, y por clásicos todo aquello que en la tradición de su lengua y cultura lo ha formado. Cada vez más ese pueblo es global y la conversación universal, sin embargo sigue habiendo problemas específicos que se han de resolver localmente. Viene esto a cuento de la lectura de esta Historia del silencio, que en realidad es un seguido de citas de cómo la tradición francesa, con algunos añadidos, se ha enfrentado al ruido ambiente y a la necesidad de silencio. Es algo que me sorprende y apena, la constatación de cómo para los actuales autores franceses e ingleses, más para estos que para aquellos, la cultura propia sigue viva y su pensamiento y modo de decir se engarza en una tradición, y en cambio la gran tradición de la cultura española, del XVI y XVII especialmente, está ausente de nuestra actual conversación, si es que tal cosa existiese. De ahí podría derivarse nuestra actual falta de sustancia. Todo es ruido y sinsentido, todo hablar en la actual conversación española parece estar de más.

Alain Corbin hace en el libro más una inmersión en lo que los grandes autores han dicho sobre el silencio que una reflexión propia, a la manera de los estoicos, por ejemplo, que es donde creo que habría que bucear, sobre la necesidad de amortiguar el ruido que nos llega del exterior para poder callarnos y quedar a la espera de lo que habita en nuestro interior. Tras una ligera pasada por los clásicos, se detiene en los escritores franceses, con una breve incursión en el misticismo español, y lo que encuentra es que el silencio que se echa en falta es el silencio de Dios. Si hiciésemos caso a la historia que este libro traza no habría habido más empeño filosófico que el de hacer silencio en nuestro interior para poder oír la voz del Ausente.

Vistas así las cosas, el libro me ha resultado decepcionante. Como muchos, creo que atravesamos una fase de alboroto. Se impone el ruido alrededor, la tecnología lo ha amplificado, buscamos el medio para que cualquier minuto, desde el zumbido que nos despierta por las mañanas al parpadeo del sueño ante una pantalla ya en la noche, esté ocupado en algo, como si tuviésemos pánico al silencio, a quedarnos a solas con nosotros mismos. Esa reflexión necesaria está ausente del libro. Toda esa poesía con que los grandes autores franceses rebozan el silencio ("La muerte, que es tan poética porque toca a las cosas inmortales, y tan misteriosa a causa de su silencio", Chateaubriand; "al escribir, todos queremos, sin darnos cuenta, guardar silencio", Blanchot) hace que este desaparezca entre la hojarasca retórica. No es una meditación, como podría pensarse que promete el título, sobre la ausencia del silencio en la vida contemporánea sino mera cita. Entre tanta, por supuesto, hay muchas que merecen la pena detenerse en ellas. 

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