"El modelo de enfermedad orilla la cuestión de los remordimientos y la atribución de culpas al dejar a un lado el espinoso problema de la causalidad, que con frecuencia conduce a los drogadictos a las conjeturas y la autocompasión, a los reproches y a la negación. La verdadera recuperación es un viaje profundamente ético que encuentra sentido y dignidad mediante la solidaridad y la restitución. Sin eso quizás se abandone la bebida y el consumo de sustancias, pero no hay verdadera recuperación".
(Sobre las terapias basadas en los programas de los 12 pasos)
"El sinfín de preguntas. El signo de las familias de las personas con problemas es meditar sin cesar sobre lo que han hecho y lo que han dejado de hacer".
¿Por
qué unos enferman y otros no? Hemos identificado patógenos,
ambientes en los que prosperan, vehículos de transporte, pero en
unos hacen mella y en otros no. Hay predisposiciones genéticas, pero
¿por qué en unos se activan y en otros no? Ricos
y pobres, feos y guapos, hombres y mujeres, negros y blancos. Una
enfermedad psíquica, depresiones, esquizofrenias, paranoias, marca
una vida, a veces la destruye, también la de la familia, una carga
difícil de soportar. Por lo menos, ya no es como antaño un baldón
social. ¿Y qué sucede con las adicciones: drogas, alcoholismo,
ludopatías? ¿No es cierto que buscamos culpables? Los adictos y su
falta de voluntad, las malas compañías, la familia indulgente o
autoritaria o
despreocupada. ¿Hay una causa social, una forma de rebeldía,
contestación ante las instituciones? ¿Hay un origen genético, un
gen implicado, una combinación? ¿Sabemos algo de cómo funciona?
¿Por
qué unos prueban y pueden controlar y otros no? ¿Por qué unos se
rehabilitan y otros vuelven a caer? Están los drogadictos y el mundo
de extrañamiento, dolor, desafección, de soledad y angustia, de
desapego, de culpabilización. Están los hijos de los drogadictos,
cuando los tienen. Están los familiares, cercanos y lejanos, y su
mundo de angustia y culpa, de vergüenza y dolor, de miedo, de
soledad. Y violencia, a veces de violencia. He oído por ahí a gente
con fórmulas, fórmulas que lo explican todo, pero
no hay nada que explique peor un tema complejo que una fórmula.
Sigrid
Rausing es hija de una acaudalada familia sueca. Su abuelo creó una
empresa que lo hizo rico, Tetra Pak. Sigrid vive en Londres
y en conocida porque es propietaria y dirige Granta,
una famosa revista literaria, también por su filantropía. No sé si
eso tiene importancia, aunque supongo que sí. No me atrajo nada de
eso al escoger este libro para leerlo, ni
lo sabía, sino
la historia que cuenta. Su hermano Hans y Eva se conocieron en
proceso de desintoxicación, se casaron en
1992,
tuvieron tres hijos, recayeron al cabo de unos años. Eva murió de
sobredosis en
2012.
Hans ocultó y convivió con el cuerpo muerto de Eva durante semanas.
Hubo juicio, los tabloides se cebaron. Sigrid creyó que debía
contar la historia desde otra perspectiva, la suya propia, el dolor
de la familia, la culpabilidad.
El
libro cuenta la historia pero es sobretodo reflexivo, lleno de
preguntas. La escritura se interrumpe, como hace nuestro pensamiento
cuando se aparta de la narración y se queda a solas meditando, una
reflexión en voz alta para que la podamos escuchar y reflexionar con
ella. Por eso los capítulos están compuestos de breves párrafos
donde
se vierte la duda, el análisis, la vida familiar, los tratamientos,
las teorías cambiantes sobre la drogadicción, sobre la sociedad.
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