martes, 30 de julio de 2019

La estafa de la moderación



Andan estos días con manifiestos, entrevistas, editoriales en pro de la moderación, hombres, influencers (o eso creen) y partidos que se declaran moderados y piden moderación. La moderación sigue contando con un inmerecido prestigio. Los firmantes son gente cercana a los círculos del PSC o que estuvieron mandando hasta un segundo antes del golpe. La moderación la piden en una dirección, consideran radicales o extremistas a quienes no entran en el juego del nacionalismo, pero a quienes han dado el golpe les piden que vuelvan al viejo consenso socialvergente. Se comprende, porque hasta que fueron expulsados temporalmente de los salones del poder formaron parte de los tripartitos. Bajo la retórica del moderantismo se esconde el deseo, y súplica, de que les permitan volver. La gran estafa consiste en renovar el pacto a cambio de seguir excluyendo a más de la mitad de la población. El PSC y sus subsidiados se ofrecen como alfombras del nacionalismo en la parte no nacionalista de Cataluña. De momento en diputaciones y ayuntamientos, ya han preferido a los nacionalistas frente a no nacionalistas. En vez de luchar por una renovación de las élites haciendo sitio a los que nunca estuvieron en posiciones de gobierno, a las capas de población ignoradas, piden la vuelta a lo de siempre: nada de bilingüismo, políticas culturales que sigan expandiendo la conciencia nacional, el poder compartido por una élite social y económica que sigue siendo la misma desde los sesenta del siglo pasado. Donde el padre era gobernador civil franquista, el hijo era del PSUC o de Convergencia y el nieto de los Comunes o de la CUP.

Eso ha sido posible gracias a lo que K.O. Knausgard llama en su última novela la clase media cultural. Esta vota, presiona, difunde, se manifiesta y obtiene los réditos de sus privilegios a cambio de la exclusión de la mayor parte de la población. Profesores, periodistas, funcionarios, millones de empleos asociados a la Generalitat, asociaciones deportivas, culturales, de vecinos, sindicatos, prensa, todos subvencionados, aceptan y extienden la distorsión, el falseamiento, el mal. Duele ver a intelectuales que acepten la versión oficial y contribuyan a su extensión por encima de la voluntad de realidad. Erri de Luca, Saviano, Daniel Pennac. ¿Por qué les resulta tan difícil verlo? Tiene que ver con su propia ceguera pero también con algo difícil de evaluar, la servidumbre de la izquierda a las cuestiones identitarias, que falsea la realidad hasta hacer que se transforme en izquierda reaccionaria, que dice proteger los intereses de los humildes cuando es justo al revés. Hay una derecha reaccionaria, pero ahora es más común que lo sea la izquierda.

Si en el texto que sigue (Knausgard, Fin. Mi lucha 6) sustituimos ‘Suecia’ por ‘Cataluña’ veremos cuál es la realidad del asunto y por qué considero a la izquierda existente (PSC, Els comuns de Ada Colau) como reaccionaria, culpables de que buena parte de la sociedad catalana haya optado por la negrura en vez de por la claridad, por la injusticia y la discriminación, por la distorsión y el falseamiento, por la mentira como forma de ordenación social.

 




Sobre el dervengonzado último CIS: “Los sondeos no sirven para detectar la opinión, sino para crearla” (Miquel Iceta tras una rueda de prensa en la antigua sede del PSC, hace unos años).


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