¿Es
la escritura la tecnología más exitosa de la humanidad? ¿Hubiéramos
prosperado de igual modo sin ella? Desde que los sumerios la
inventaron para consignar sus transacciones y llevar cuenta del
almacén hasta el archivo de internet en el que cabe la humanidad
entera y a la espera de que nuestro cerebro fluya, ida y vuelta, por
la venas digitales de la máquina nos ha ido acompañando en cada uno
de los pasos que hemos ido dando en el matrimonio entre el homo
sapiens y la tierra. Ahora, gracias a la codificación algebraica del
saber, estamos a punto de abrazarla, de abrasarla. Alejandro dormía
con la Iliada bajo su almohada cuando extendía hacia la India la
koiné griega. Asurbanipal, hijo de rey, aprendió a escribir como un
escriba y cuando se convirtió en rey acaparó todas las tablillas
que pudo en la biblioteca de Nínive, entre ellas la colección que
narraba la epopeya de Gilgamesh. Luego Nínive fue destruida junto
con el poder asirio y nada se supo de Gilgamesh hasta que un
funcionario colonial, Austen Henry Layard, en 1845, abrió una
trinchera en un montículo de Mosul y destapó la ciudad entera y con
ella un texto que se tardó en descifrar y llegar a los ojos de los
lectores maravillados ante la historia de Enkidu, Gilgamesh y
Shamhat. Esdras, otro escriba, fue consciente del poder de las
palabras, fijó los viejos textos de su pueblo y afirmó que eran
escritura inspirada por su Dios, Yahvé, y por tanto inmodificable, y
por tanto sagrada. Todo pueblo que se precie tiene su texto
fundacional, en el se miran sus gentes, lo que leen o escuchan les
incita a vivir la vida de una manera determinada. Buda, Confucio,
Sócrates, Jesús, Mahoma están en el origen de escrituras cuya
influencia no ha dejado de crecer. Cada cosa que dijeron la
convirtieron sus discípulos en valiosa, más importante que la
sangre y los huesos. Muchos entregaron la vida por ellas.
Conocemos
esas historias, pero hay otras que fueron importantes para sus
pueblos y que nos han pasado desapercibidas hasta hace poco: el Popol
Vuh de los mayas, cuya escritura no acabamos de descifrar, la
Epopeya de Sunyata que los mandé, entre Mali y Guinea, aún
se transmiten oralmente. Hasta Derek Walcott, reciente premio nobel, forjó el pasado epopéyico de un pequeño país, Santa Lucía, con
su Omeros. Hay otro tipo de libros fundacionales que no
aparecen como textos sagrados pero cuya influencia, por otros
motivos, ha sido decisiva en la formación espiritual de sus pueblos.
Podríamos rebajar espiritual a cultural o costumbres o vida
cotidiana si hablamos de La vida de Genji, de Murasaki, para
Japón o las Mil y una noches para los pueblos mediorientales o la
traducción al alemán de la Biblia por Lutero, en el momento
histórico en que Gutenberg aplicaba a la industria del libro un
invento chino, los tipos móviles, quitando el monopolio de los
manuscritos a los monjes y dándoselo a los impresores, pero también
el Quijote de Cervantes. ¿Hasta qué punto Don Quijote y
Sancho han conformado el modo de ser español? Después de
Gutenberg y de Cervantes llegó la industria de la novela y la
lectura al alcance de todo el mundo, los periódicos y la idea de la
literatura universal: podemos leer todo, sea del país que sea y de
la época que sea. Marx y Engels supieron del poder de la imprenta y
difundieron un texto cuya influencia fue enorme: El manifiesto
comunista. Rapsodas, escribas, goliardos, trovadores, copistas de manuscritos, impresores,
editores, quién toma el relevo en esta cadena de la escritura.
De
todo esto habla Martin Puchner en su entretenido El poder de las
historias. Comienza con la Ilíada y acaba con el descomunal
éxito de Harry Potter. Pero así como a Alejando la Ilíada
le sirvió para conquistar y dar forma a medio mundo; a J. K. Rowling lo ha usado para ganar dinero a espuertas y crear el mundo ficticio de The
Wizarding World of Harry Potter en Orlando para seguir ganando
dinero. Todas las historias de Puchner no tienen el mismo interés,
lo mantiene en sus primeros capítulos, hasta Don Quijote, luego
divaga y se pone a viajar como si estuviese en uno de esos programas
de viaje con micrófono pegado a la camisa y la cámara enfrente. Es
una lectura amena, veraniega, y si uno se pone puede hacerse unas
cuántas pregunta sobre el mundo y la historia, que sobre eso van las
lecturas.
2 comentarios:
Excelente reseña.Somos seres narrativos, no podemos vivir sin que nos cuenten historias e incluso sin crearlas aun cuando sea solamente al hablar de nuestra vida o de la de los demás. Yo estoy segura que sería distinta sin todas las historias que he leído; eso sí, es difícil precisar en qué consiste esa influencia. Un saludo
Gracias, veo que tienes un blog literario con muy buenas críticas.
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