“El progreso se basa en una mezcla de observación o experimentación, que puede sugerir principios generales, y deducciones de estos principios que se pueden poner a prueba con nuevas observaciones o experimentos. La búsqueda de conocimiento de valor práctico puede servir como correctivo para la especulación descontrolada, pero comprender el mundo posee un valor en sí mismo, conduzca o no a algo útil”.
Cuántas
veces hemos oído decir, “Ese periódico yo no lo leo” o “Ese
libro no lo leeré”, por los prejuicios que atribuimos al periódico
o al escritor y como forma de mostrar la pureza de nuestros
principios o convicciones, aún a sabiendas de que esa lectura podría
contener alguna verdad que nos negamos a admitir. Yo mismo, lector de
siempre del periódico A, me he negado sistemáticamente a comprar el
periódico B, aún a sabiendas de que hoy el periódico B es más
fiable que el periódico A en su trato con la realidad. De hecho,
ahora leo los dos. Cuando en 1610 Galileo descubrió los satélites
de Júpiter con el telescopio que él mismo había creado, sus
enemigos intelectuales, Cesare Cremonini, en la Padua aristótelica,
y Giulio Libri, en la Pisa cristiana, se negaron a mirar a través
del telescopio para que sus principios quedaran inmunes a las nuevas
evidencias. Kepler sí lo hizo y sus observaciones le ayudaron a
establecer las leyes del movimiento de los planetas.
La
afirmación de la ciencia y de su método ha sido una lucha a través
de siglos contra falsas verdades establecidas, las mentiras y los
errores difíciles de admitir. Se podría decir que la verdad al
final triunfa, pero también que lo hace con un retraso que hace que
la humanidad lo pague caro en la conquista del conocimiento pero
también en la lucha para derrotar a la enfermedad y la muerte. Este
magnífico libro de Steven Weinberg es un recorrido por los momentos
clave de esa lucha por descubrir el mejor método para conocer la
realidad. El conocimiento científico no sólo tuvo que imponerse a
la verdad religiosa, cuyos dogmas durante mucho tiempo eran
inatacables, sino contra la propia filosofía que hacía afirmaciones
que no probaba como, por ejemplo, que el agua o el fuego, el aire o
la tierra eran la base que explicaba todo cuanto existe o incluso
contra concepciones bien asentadas pero erróneas que sostenían que
el conocimiento solo era posible a partir del razonamiento o la
deducción matemática. Tuvieron que pasar siglos para que la
observación fuese admitida y para que la experimentación se
considerase parte esencial para validar las teorías sobre la
realidad.
Weinberg
no muestra un gran aprecio por la filosofía y sus especulaciones
sobre la naturaleza, aunque le reconoce el paso de la mirada poética
a la argumentativa. Ni siquiera concede que lo importante sea
solucionar los problemas más habituales del tiempo en que se piensa
sino comprender el mundo. La ciencia avanza no dando respuestas sino
descubriendo que preguntas se deben formular.
Sólo
en la física helenística, el periodo que va de la muerte de
Alejandro Magno (322 ac) a la batalla de Actium (31 ac), y en su
pensamiento fragmentario y utilitario frente a la concepción global
de las escuelas atenienses, halla Weinberg los primeros científicos
que responden a tal nombre: Estratón que creó el Museo de
Alejandría, Ctesibio que concibió la bomba de succión y fuerza,
Filón, las fortificaciones, Euclides y los Elementos, Herón, que
estudió los reflejos de los objetos en los espejos, y con ello los
primeros pasos de la óptica, y también el teodolito, los sifones,
las catapultas y hasta la máquina de vapor, Arquímedes, del que
dice que quizá fuese el científico tecnólogo más importante de la
historia, con sus poleas, tornillos y palancas, Apolonio y sus
secciones cónicas (elipse, parábola, hipérbole), Hipócrates, con su teoría humoral (sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla,
a los que se aseociaban los cuatro caracteres: sanguíneo, flemático,
melancólico y colérico) con tanto predicamento en la posterioridad.
Lo mejor para un enfermo, hasta comienzos del siglo XX, era que un
médico no se le acercara, concluye su breve repaso a la medicina. A
los que más admira es a los científicos que se acercaron a las
estrellas: Anaxágoras de Clazomenas y los eclipses, y aquellos que
contemplaron la idea de que la Tierra era redonda, Aristóteles y
probablemente en la secta pitagórica; Aristarco de Samos que se
aproximó en el cálculo del tamaño del Sol y la Luna y su distancia
a la Tierra y a la idea de que la Tierra giraba alrededor del Sol;
Hiparco y la precesión de los equinoccios y Eratóstenes y el tamaño
de la Tierra. En el cisma intelectual que se
produjo entre matemáticos astrónomos, cuya
figura descollante fue Ptolomeo y sus epiciclos, y filósofos físicos que seguían a Aristóteles y la teoría de las esferas centradas en la
Tierra, Weinberg aprecia a los primeros.
También
busca piedras brillantes en el apogeo de Islam. Al-Juarismi: el
álgebra expresada en palabras, no en símbolos, el algoritmo como
regla para solventar problemas y el sistema de números con base 10
aprendida en la India. El observatorio de Isfaján dirigido por el
poeta Omar Jayam. Las tablas astronómicas de Toledo (de Al-Zarqali y
Alfonso X). La circulación pulonar de Ibn-Al-Nafis. O el gran
comentarista cordobés de Aristóteles, Ibn Rush o Averroes y sus
estudios de óptica
En
la Europa medieval destaca el resurgir de las escuelas catedralicias,
germen de la universidad, y sus grandes traductores como Gerbert
d’Aurillac en Santa María de Ripoll y Gerardo de Cremona en
Toledo. La gran pugna en torno a Aristóteles entre franciscanos que
lo prohibían y dominicos que lo divulgaban, hasta llegar a Tomás de
Aquino que opta por la teoría homocéntrica de Aristóteles, fundada
en razón, frente a la teoría ptolemaica que simplemente coincidía
con la observación. Fueron los averroístas del siglo XIII, como
Sigerio de Brabante y Boecio de Dacia, quienes llegaron más lejos al
sostener a la vez que era cierto, según la filosofía, la
imposibilidad de la resurrección de los muertos, y falso desde el
punto de vista religioso. Aristóteles era prohibido en algunos
sitios y divulgado en otros. Nicolás Oresmo, en 1340, llegó a
afirmar que era la Tierra quien giraba en lugar de los astros, pero
poco después lo negaba.
Es
a partir de Galileo cuando la experimentación entra en juego con sus
estudios sobre el movimiento, dando el salto desde las deducciones
puramente matemáticas. Huygens pudo crear el reloj de péndulo y
establecer la teoría ondulatoria de la luz. Torricelli demostrar la
presión del aire en una columna de mercurio o Hooke y Boyle
comprender la propagación del sonido, del fuego y de la vida a
través del aire. Domingo de Soto ya había afirmado que el aumento
de la velocidad de un cuerpo que cae es proporcional al tiempo, pero
es Galilelo quien lo corrobora con sus experimentos.
Weinberg
es a veces corrosivo con figuras que se tienen por gigantes, como
Descartes, del que se pregunta si la deducción a través del
razonamiento matemático ha tenido tanta peso posterior como se dice.
Weinberg hace una historia de la ciencia desde el presente,
preguntando si tal idea o demostración ha tenido un impacto real
posterior. Descartes tuvo grandes aciertos como matemático, la
geometría analítica, pero se equivocó en mucho (el vacío es
imposible, la luz se transmite de forma instantánea, el espacio está
lleno de vórtices, la glándula pineal, los animales son máquinas
sin conciencia o las pruebas de la existencia de Dios), teniendo un
efecto muy negativo sobre la recepción de la física newtoniana en
Francia, al deducir los principios científicos mediante la razón
pura. Huygens comprendió que sólo eran hipótesis que había que
poner a prueba, porque no son las reglas para la investigación sino
la práctica de la ciencia lo que hace que esta avance.
Fue
Newton el que cruzó la frontera entre la filosofía natural del
pasado y lo que acabaría siendo la ciencia moderna. Proporcionó una
teoría del color, la luz blanca es la suma de todos los colores,
comprendió que la luz estaba compuesta de partículas diminutas y
que se propaga a velocidad finita, al contrario que Descartes que
creía que era instantánea. Descubrió el cálculo diferencial e integral, al
mismo tiempo que Leibniz, pero fue Newton quien lo aplicó al estudio
del cambio y sobre todo explicó el movimiento y la gravitación y
propuso el telescopio reflectante que es el que hoy se utiliza. Newton
dio el paso decisivo en la unificación de lo celeste y lo terrestre.
La ley de la gravitación es una ley universal, cada partícula del
universo atrae a todas las demás con una fuerza proporcional al
producto de su masa que disminuye en proporción inversa al cuadrado
de la distancia entre ellas. Con él la física se independiza del
todo de la religión. Ofreció un modelo irresistible de lo que
debería ser una teoría física, un paradigma que ha seguido la
ciencia posterior. Una física que
“se basa en principios generales que se pueden expresar como ecuaciones matemáticas, de los que se pueden deducir matemáticamente consecuencias para una amplia variedad de fenómenos, que cuando se comparan con las observaciones permiten que se verifique la teoría. La diferencia entre las teorías de Einstein y las de Newton es mucho menor que las diferencias entre las teorías de Newton y las de cualquiera de sus predecesores”.
Newton
intuyó que además de la gravedad había otras fuerzas en la
naturaleza aunque fueron científicos posteriores quienes las
hallaron. Faraday y Maxwell, la fuerza electromagnética, y científicos del siglo XX los que descubrieron las fuerzas débil y
fuerte, la mecánica cuántica y el Modelo Estándar de partículas.
Weinberg para mostrar la distancia de la ciencia moderna al saber naturalista de la antigüedad la enfrenta a Platón y Aristóteles:
“El Modelo Estándar les habría parecido insatisfactorio a muchos filósofos naturales, desde Tales a Newton. Es impersonal; no hay el menor atisbo de preocupación humana, ni por el amor ni por la justicia. No ayudará a nadie que lo estudie a ser mejor persona, como esperaba que ocurriera Platón con el estudio de la astronomía. Además, contrariamente a lo que Aristóteles esperaba de una teoría física, el Modelo Estándar no tiene ningún propósito”.
“Hemos recorrido un largo camino, y todavía no hemos llegado
al fin. Se trata de una historia extraordinaria", la unificación de la física celeste y la terrestre, una
teoría unificada de la electricidad y el magnetismo, la del electromagnetismo
con las fuerzas nucleares fuertes y débiles, incluso la química y la biología bajo una misma concepción de la naturaleza con la física, pero quedan por delante retos formidables: una teoría
física más fundamental que explique la materia y la energía oscuras y la
unificación de todas las fuerzas en una única teoría del todo.
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