viernes, 1 de febrero de 2019

La gran encrucijada


                El libro solo se lee en pdf (La gran encrucijada), en edición no venal, ni siquiera puede leerse en epub o cualquier otro formato susceptible de ser abierto en un libro electrónico, porque si intentas hacer la conversión el resultado es ilegible. Los autores, todos pertenecientes a algún colectivo, asociaciones, fundaciones o foros con apellidos donde redunda lo social, muchos de ellos catedráticos, lo advierten en las primeras páginas, no esperan obtener beneficios. A la incomodidad de leerlo en ese formato, en el móvil o en el ordenador, se añade la jerga en que está escrito, un código que no es difícil dominar, pero que requiere habituación. La lectura se asemeja a una caminata extenuante por un desierto rocoso al que no se le ve final. Las palabras son como pequeñas rocas en medio del sendero con las que es imposible no topar. Hay porcentajes cargados de inminencia, palabras compuestas, nombres propios convertidos en objeto de admiración. El libro está compuesto de capítulos pero ni siquiera en sus títulos se advierten diferencias y acaba en un larguísimo apéndice con una retahíla de ¿contribuciones? que vuelven a repetir con las mismas frases fetiche, los mismos porcentajes gastados y las mismas reverencias ante los nombres mencionados el mismo discurso que es imposible comprender, no porque sus frases no sean llanas o sean abstrusas las ideas que quieren ¿transmitir? sino por la lectura patosa y reseca, sin una metáfora, un ejemplo, un detalle, una anécdota, una floritura donde abrevar. Aún cuando se vaya ido deslizando el dedo de página en página con rapidez, con los ojos saltando de esquina a esquina, no hay manera de encontrar un descanso, no hay miel para los ojos ni el dulce arrullo con que los grandes mentirosos han conquistado nuestro corazón. Puede que ellos no sean mentirosos y que tras el fatigoso serpentear por su escritura pixelada se escondan verdades urgentes, explosivas y definitivas pero tras la árida caminata sin nubes protectoras, ni viento, ni el sonoro fluir por el cauce del discurso solo queda el alivio de bajar la tapa del ordenador: por fin. Lo más curioso es que han lanzado el libro con la intención de convencer, de ¿seducir? a los lectores, pero si algún incauto, como yo, accede a estas páginas no será por el placer de la lectura, por aprender o por el honesto deseo de confrontar ideas, lo hará por algún compromiso, para comentarlo con un grupo de amigos, mi caso, o quizá para saber cómo argumentar ante los temas que expone y defender ideas que uno debe estar obligado a defender porque se haya convertido en militante.



No hay comentarios: