El
libro solo se lee en pdf (La
gran encrucijada), en edición no venal, ni siquiera puede leerse
en epub o cualquier otro formato susceptible de ser abierto en un
libro electrónico, porque si intentas hacer la conversión el
resultado es ilegible. Los autores, todos pertenecientes a algún
colectivo, asociaciones, fundaciones o foros con apellidos donde
redunda lo social, muchos de ellos catedráticos, lo advierten en las
primeras páginas, no esperan obtener beneficios. A la incomodidad de
leerlo en ese formato, en el móvil o en el ordenador, se añade la
jerga en que está escrito, un código que no es difícil dominar,
pero que requiere habituación. La lectura se asemeja a una caminata
extenuante por un desierto rocoso al que no se le ve final. Las
palabras son como pequeñas rocas en medio del sendero con las que es
imposible no topar. Hay porcentajes cargados de inminencia, palabras
compuestas, nombres propios convertidos en objeto de admiración. El
libro está compuesto de capítulos pero ni siquiera en sus títulos
se advierten diferencias y acaba en un larguísimo apéndice con una
retahíla de ¿contribuciones? que vuelven a repetir con las mismas
frases fetiche, los mismos porcentajes gastados y las mismas
reverencias ante los nombres mencionados el mismo discurso que es
imposible comprender, no porque sus frases no sean llanas o sean
abstrusas las ideas que quieren ¿transmitir? sino por la lectura
patosa y reseca, sin una metáfora, un ejemplo, un detalle, una
anécdota, una floritura donde abrevar. Aún cuando se vaya ido
deslizando el dedo de página en página con rapidez, con los ojos
saltando de esquina a esquina, no hay manera de encontrar un
descanso, no hay miel para los ojos ni el dulce arrullo con que los
grandes mentirosos han conquistado nuestro corazón. Puede que ellos
no sean mentirosos y que tras el fatigoso serpentear por su escritura
pixelada se escondan verdades urgentes, explosivas y definitivas pero
tras la árida caminata sin nubes protectoras, ni viento, ni el
sonoro fluir por el cauce del discurso solo queda el alivio de bajar
la tapa del ordenador: por fin. Lo más curioso es que han lanzado el
libro con la intención de convencer, de ¿seducir? a los lectores,
pero si algún incauto, como yo, accede a estas páginas no será por
el placer de la lectura, por aprender o por el honesto deseo de
confrontar ideas, lo hará por algún compromiso, para comentarlo con
un grupo de amigos, mi caso, o quizá para saber cómo argumentar
ante los temas que expone y defender ideas que uno debe estar
obligado a defender porque se haya convertido en militante.
viernes, 1 de febrero de 2019
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