martes, 12 de febrero de 2019

Gafas tintadas


          Cuenta Oliver Sacks en El río de la conciencia que Philip Henry Gosse, un gran naturalista pero profundamente devoto, estaba dividido en el debate sobre la evolución humana mediante la selección natural. Publicó un gran libro, Omphalos, en el que afirmaba que los fósiles no correspondían a ninguna criatura que hubiese vivido anteriormente, sino que el Creador los había puesto en las rocas para censurar nuestra curiosidad. Tal argumento, señala Sacks, enfureció por igual a zoólogos y teólogos. Gosse enfrentado a lo que sus ojos veían fue incapaz de sustraerse a los prejuicios que en él había grabado su fe.

          Nos llama la atención, sonreímos, cuando nos enteramos de que Newton dedicó más de media vida a la astrología o a los ocultismos de la naturaleza. ¡Él, el gran hombre que inauguró la ciencia moderna! Pero en su siglo, ambas la ciencia moderna y la antigua eran inextricables. Y sin embargo, nos llama menos la atención constatar que en nosotros mismos la creencia sin fundamento baila con la experiencia contrastada. La mayor parte de las creencias que asumimos como propias las hemos aprendido de otros, en la escuela, viendo documentales o leyendo. Nuestra imagen del mundo no se basa en un conocimiento que hayamos contrastado personalmente, sino que nos fiamos de lo que nos aseguran aquellos a quienes damos fe.


         Por eso me chiscan los oídos cuando un escritor joven al que leo asiduamente y con el que en general suelo estar de acuerdo se define a la que salta como escritor de izquierdas, que acepte tal restricción, porque acomodarse a un prejuicio ideológico es restringir el campo de visión. Lo que, sin duda, hace que su percepción de acontecimientos históricos, geográficos o sociales estén sometidos al prejuicio de su restricción. Lo noto mientras voy leyendo Lugares fuera de sitio, de Sergio del Molino. Por ejemplo, en la diferente manera de tratar Gibraltar, El Condado de Treviño, El Rincón de Ademuz u Olivenza, con una desconsideración hacia lo propio y una deferencia hacia el otro lado de la frontera. Lo mismo sucedía con aquella feminista que citaba Félix Ovejero, Susan Brownmiller, que cuando le pidieron evidencia en favor de sus tesis respondiera: "Las estadísticas vendrán. Nosotros proporcionamos la ideología; otras traerán las estadísticas". Qué necesidad hay de mirar el mundo con gafas tintadas. ¿En qué mejora la condición humana afirmarse partidario?

         La diferencia entre Oliver Sacks y Sergio del Molino es la humildad, contra lo que pudiera presumirse el humilde es el afamado neurólogo frente al periodista, el escritor especializado busca razones, pruebas, experiencias en las que basar sus afirmaciones, al generalista le basta el estado de ánimo prejuiciado en el momento que escribe.


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