David
Mamet es conocido por obras teatrales como Glengarry Glen Ross u
Oleanna, como guionista y director de cine, La trama
o Spartan, como novelista, cuyo mayor éxito fue L. A.
confidencial, por su endiablada inteligencia para urdir
electrizantes diálogos y, en los últimos años, por sus
provocadoras opiniones conservadoras. También ha publicado libros de
ensayos. Su último trabajo es Chicago, un noir en toda
regla. El lector se sitúa rápidamente en los años 20, la mafia de
Al Capone en el sur de la ciudad y los gangs irlandeses de Dean
O’Banion en el norte. La ley seca, los clubs nocturnos, blancos,
negros, contrabando, corrupción. Mike Hodge es un joven veterano de
la guerra recién concluida, un periodista de la sección local
del Chicago Tribune que tiene la mala suerte de enamorarse de
una florista irlandesa del The Beautiful, la mejor floristería
de la ciudad. Suceden muertes y entre ellas la de su novia. Cree que
por su culpa, por haber seducido a una irlandesa católica.
La novela
se divide en tres partes. La ambientación inicial llena de rápidas
descripciones y detalles de época y de diálogos con réplicas
veloces de Mike con su amigo del Tribune Parlow y con la
madame de un burdel, Peekaboo. Parecen un excusa para que Mamet luzca
su acreditado ingenio en páginas que se leen velozmente, aunque a
menudo haya que volver hacia atrás para tratar de entender de qué
está hablando, no sé si por la confusión del traductor, del Mamet
de más de setenta años (Chicago, 1947) o de mí mismo. Tras la
muerte de su amada Annie Walsh, en la sección central de la novela,
Mike se sumirá en la noche oscura del whisky. Mamet no es dado a las
sensiblería, así que reduce esta parte a unas pocas páginas. En
la tercera parte, aunque no cesen los diálogos, la acción,
trepidante como corresponde, tomará el relevo. Mike sigue las
pistas, se adentrará en los peligrosos círculos de la mafia y de
los gánsteres y resolverá el asunto como solían hacerlo aquellos
detectives valerosos de las películas que todos recordamos.
Entretenida, chispeante, aunque hay que tener paciencia.
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