domingo, 27 de enero de 2019

Mujeres y poder, de Mary Beard



            Dos poderosas imágenes le sirven a Mary Beard para situar los dos temas de los que quiere hablar en este librito que recoge dos conferencias pronunciadas en 1914 y 1017. El primero lo extrae de la Odisea. Cuando Penélope desciende de sus habitaciones al salón donde le esperan sus pretendientes, un aedo canta las peripecias de los héroes que vuelven de regreso al hogar. Penélope le pide que cante algo más alegre. Entonces, su hijo, Telémaco le dice: “Madre mía, vete adentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca… El relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo del mío. Mío es, pues, el gobierno de la casa”. En consecuencia, Penélope se retira a sus habitaciones del piso superior. Ese es el lugar que la cultura tradicional, patriarcal, ha reservado a la mujer, la esfera doméstica, el cuidado de los hijos y del hogar. Cuando la mujer ha intentado dar un paso al exterior, decir algo, ha ocurrido y ocurre que, a menudo, alguien la interrumpa diciendo: “Lo que ella quiere decir...”, como si la voz de la mujer no estuviese autorizada para hablar en el espacio público. Así lo ha visto también Rebecca Solnit en su Mansplaining, la forma condescendiente en que los hombres pretenden explicar lo que las mujeres intentan decir. La conclusión que saca Mary Beard es que necesitamos redefinir lo que significa “voz de autoridad” en el espacio público.


            La segunda imagen tuvo un éxito inusitado durante la última campaña electoral estadounidense. Los partidarios de Trump eligieron la escultura de Benvenuto Cellini en la que Perseo alza la cabeza de la Medusa sangrante recién cortada para sustituir sus cabezas por las de Donald Trump y Hillary Clinton, con la clara intención de mostrar el triunfo masculino frente al peligro que supondría que una mujer llegase al poder. La Medusa, un monstruo femenino con serpientes en lugar de cabellos. La historia de la cultura y del poder, Mary Beard sostiene que es casi imposible encajar a las mujeres, como género no como individuos, en una estructura que está codificada como masculina y que, por tanto, hay que modificar dicha estructura.

           Mary Beard recurre a la cultura clásica, con abundantes ejemplos, pero también a la moderna para indicar cómo la esfera pública y el ejercicio del poder están dominados por lo masculino. Las mujeres como Tatcher, Clinton, Merkel o Theresa May han intentado soslayar el problema ajustando su vestimenta, los pantalones, o bajando el timbre de su voz para hacerla más viril. En el mundo clásico las mujeres quedaban fuera de esas esferas y cuando aparecen en ellas, en la tragedia, Clitemnestra, Antígona o Medea, es para sembrar el caos, la muerte y la destrucción. La mujer y el poder son como el agua y el aceite no se pueden mezclar. Para revertir esas profundas estructuras culturales hay que separar el poder del prestigio público, pensar de forma colaborativa, pensarlo como atributo, no como propiedad, es decir empoderar a las mujeres.


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