sábado, 26 de enero de 2019

El terrorismo del bienestar



«Me llama la atención la distancia entre la calidad de los historiadores en España y la manera que tienen los partidos españoles, sobre todo de izquierdas, de utilizarla para dividir a la gente». (Barbara Loyer).
«La idea de identidad recibe hoy una admiración amplia y generalizada, puede ser fuente de orgullo y de confianza, pero la identidad también puede matar y matar desenfrenadamente». (Edorta Elizagarate).
«Pero el hombre mismo tiene una invencible inclinación a dejarse engañar y está como hechizado por la felicidad cuando el rapsoda le narra cuentos épicos como si fuesen verdades». (Nietzsche).

        En El País Vasco no llegaron a perpetrar un simposio como España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014) (Barcelona, diciembre de 2013), bien es verdad que perpetraron algo mucho peor. Quizá no lo necesitaban, porque la sociedad vasca está tan nacionalizada que no necesita que en una reunión les digan por escrito y de viva voz, con el aparataje científico de la historiografía, lo altos que son, lo azules que tienen los ojos y el hermoso dorado de sus cabellos. Porque cuando hay consultas electorales, ¿qué porcentaje de esa sociedad vota abertzale?, ¿cuántos siguen saliendo a la calle para mostrar su rabiosa identidad?, ¿cuántos han condenado a ETA? Por eso un partido como UPYD, surgido de las entrañas del dolor, tuvo nulo éxito. La sociedad catalana es distinta, caben más, es inevitablemente cosmopolita, y las cárceles del pensamiento no pueden atenazar como lo hicieron en los años de plomo en el País Vasco. Fue en Cataluña donde surgió C’s.


          Y como premio el ciudadano vasco recibe del Estado de promedio el doble que un ciudadano del resto de las comunidades autonómicas, 4.170 euros frente a los 1.824 euros de un valenciano. El gasto por estudiante en el País Vasco alcanza los 7.229 euros frente a los 4.995 de media. Datos de 2013. No es extraño, pues, que sus sistemas sanitario y educativo sean los mejores de España.

        Por eso, es una alegría que en el País Vaco exista una institución como el Instituto de Historia Social Valentín de Foronda e historiadores capaces de presentar trabajos como los que integran los libros que se comentan en esta reseña. De vez en cuando hay que acudir a lo que el reseñista llama textos de gama alta.


No hay comentarios: