miércoles, 5 de septiembre de 2018

La carta de Mendel, de Andrea Barrett




             En un sucesivo juego de espejos, la narradora, Antonia, cuenta tres historias relacionadas. A través de su abuelo, Tati, conoce cómo Gregor Mendel se vio apartado de su investigación principal cuando quiso dar a conocer, por carta, sus experimentos en la hibridación de guisantes al afamado botánico de Munich Carl Nägelli. En 1865 había presentado ante sus colegas de Brünn (Brno) sus conclusiones. Pero Nägelli estaba más interesado en la humilde velosilla (hieracium) que en los guisantes. Mendel para complacerlo experimentó con la difícil velosilla olvidando a sus amados guisantes. Sus hibridaciones no servían porque la hieracium se propaga por partenogénesis. Mendel cayó en el olvido y sólo en 1900 se redescubrió su investigación perdida sobre las leyes de la herencia. El abuelo Tati conoció a Mendel siendo un niño en el jardín botánico del monasterio agustino de Brünn. Ahí nació el amor de Tati por las plantas, un amor que le sirvió para trabajar en un vivero, ya en EE UU, y un amor que quiso transmitir a su nieta. 

              En el vivero hubo un incidente que amargó los últimos años de Tati. Un colega del trabajo, Leiniger, cogió el brazo de Antonia, niña de diez años, mientras esta regaba las begonias, Tati lo interpretó de tal manera que clavó unas tijeras en la mano de su colega, mientras le gritaba německy prase (cerdo alemán), Leiniger tropezó, se golpeó la cabeza y como consecuencia murió. Hubo un juicio pero antes de que comenzaran las sesiones Tati murió. 

              El tercer episodio tiene lugar cuando Antonia cuenta la historia de Mendel y de su abuelo a su novio Richard, también genetista, pero se reserva el incidente con Leiniger. Antonia, presionándolo para que le pida en matrimonio, le regala una carta manuscrita de Mendel que Tati guardaba desde la infancia. Richard utiliza la historia y la carta en sus clases de profesor de genética. Pero hacia el año 1970, cuando los jóvenes se dejan el pelo largo, esas historias ya no interesan a los estudiantes, salvo a un joven alemán, Sebastian, que llega a la universidad y a la casa de Richard para ampliar sus estudios. La relación de pareja entre Antonia y Richard por entonces ya ha perdido pasión y una noche en una cena en el campo, Antonia se ve con ánimo para contar la historia en todos sus detalles, una historia que Richard nunca ha sabido contar. Ante el interés de Sebastian, Richard se ha ido cansado a acostarse, Antonia pone la mano en el brazo de Sebastian y le pide que aparte la genética y le hable de él. Sebastian le dice que le ha malinterpretado. Prase, le dice ella. 

            Mendel y Nägelli, Tati y Leiniger, Antonia y Richard, no hay vida que no dependa del otro, de lo que esperamos de él, de la complacencia a que nos dispone, de la decepción que nos genera. Andrea Barrett, la autora de La fiebre negra, agrupa en este libro historias de ciencia e historias de amor que se van entrelazando. La carta de Mendel, es la primera de ellas,

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