En
un sucesivo juego de espejos, la narradora, Antonia, cuenta
tres historias relacionadas. A
través de su abuelo, Tati, conoce
cómo
Gregor Mendel se vio apartado de su investigación principal cuando
quiso dar a conocer, por carta, sus experimentos en la hibridación
de guisantes al afamado botánico de Munich Carl Nägelli. En 1865
había
presentado
ante sus colegas de Brünn (Brno)
sus conclusiones. Pero
Nägelli estaba
más interesado en la humilde velosilla (hieracium)
que en los guisantes. Mendel para
complacerlo
experimentó
con la difícil velosilla olvidando a sus amados guisantes. Sus
hibridaciones no servían porque la hieracium
se propaga por partenogénesis. Mendel cayó
en el olvido y sólo en 1900
se redescubrió su investigación perdida sobre las leyes de la
herencia. El abuelo Tati conoció a Mendel siendo un niño en el
jardín botánico del monasterio agustino de
Brünn.
Ahí
nació el amor de Tati por las plantas, un amor que le sirvió para
trabajar en un vivero, ya en EE UU, y
un
amor que quiso transmitir a su nieta.
En el vivero hubo un incidente
que amargó los últimos años de Tati. Un colega del trabajo,
Leiniger, cogió el brazo de Antonia, niña de diez años, mientras esta regaba las
begonias, Tati lo interpretó de tal manera que clavó unas tijeras
en la mano de su colega, mientras
le gritaba německy
prase
(cerdo alemán),
Leiniger tropezó, se golpeó la cabeza y como consecuencia murió.
Hubo un juicio pero antes de que comenzaran las sesiones Tati murió.
El tercer episodio tiene lugar cuando Antonia cuenta la historia de
Mendel y de su abuelo a su novio Richard, también genetista, pero se reserva el incidente con Leiniger.
Antonia,
presionándolo para que le pida en matrimonio,
le regala una
carta manuscrita de
Mendel que Tati guardaba desde la infancia.
Richard utiliza la historia y la carta en sus clases de profesor de
genética.
Pero hacia el año 1970, cuando los jóvenes se dejan el pelo largo,
esas historias ya no interesan a los estudiantes, salvo a un joven
alemán, Sebastian, que llega a la universidad y a la casa de Richard para
ampliar sus estudios. La relación de pareja entre Antonia y Richard
por
entonces ya ha
perdido pasión y una noche en una cena en el campo, Antonia se ve
con ánimo para contar la historia en todos sus detalles, una
historia
que Richard nunca ha sabido contar. Ante el interés de Sebastian,
Richard se ha ido cansado a acostarse, Antonia pone la mano en el
brazo de Sebastian y le pide que
aparte la genética y le hable de él. Sebastian le dice que le
ha malinterpretado. Prase,
le dice ella.
Mendel
y Nägelli, Tati y Leiniger, Antonia y Richard, no hay vida que no
dependa del otro, de lo que esperamos de él, de la complacencia a
que nos dispone,
de la decepción que
nos genera.
Andrea Barrett, la autora de La
fiebre negra,
agrupa en este libro historias de ciencia e historias de amor que se
van entrelazando. La
carta de Mendel,
es la primera de ellas,
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