Virgen
es el primero de los cinco relatos del debut de April Ayers Lawson.
Tan sólo le hacen falta treinta y tres páginas para llevar al
lector a un mundo oscuro, sensual y deprimente, lo que a otro autor
no habría sabido contar en quinientas. Hay tres personajes
principales y unos cuantos más secundarios y todos tienen su
complicada historia, ni una línea de relleno. Enfermedad, religión,
fetichismo, abusos, fobias, sexo. Alguien podría pensar que es el
producto de uno de esos talleres de escritura creativa, pero nada de
lo que cuenta es inverosímil porque los temores, deseos,
humillaciones y extrañezas a los que sus personajes se enfrentan son
los mismos que nos sacuden a nosotros. El cuento es un prodigio de
complejidad, en las relaciones que se establecen entre los personajes
y en el modo de contarlo. Como en los grandes autores exige del
lector atención y paciencia, un voto de confianza, seguir leyendo
para que encajen las piezas. Y como en las buenas historias, con
final inesperado y abierto, como en la misma vida, aún a sabiendas
de que esa mirada que echamos más allá de la ventana puede ser la
última mirada al mundo.
En
los otros relatos sí se confirma la impresión de ser productos de
un taller literario. En Tres amigas en una amaca, tres amigas
que han dejado a sus maridos conversan sobre historias de hombres y
mujeres, mientras la fuerza de la gravedad las lleva a apretarse una
contra otra. Cuentan y sienten, hablan y recelan y sueñan con
situaciones que den pie a que sus deseos se cumplan. Aunque contarlo
así no le hace ningún favor. La autora, en sólo seis páginas, en
la voz de una de las tres amigas, aporta densidad, no se puede decir
que haya un tema, sino muchos, intriga y desolación.
“Dos de nosotras habíamos sufrido agorafobia en cierto momento, todas habíamos tenido problemas de depresión y ansiedad, una había intentado suicidarse, una había sido violada, una había sufrido abusos, dos teníamos perritos blancos y ancianos y una tenía una hija, Todas nosotras nos habíamos acostado con un hombre con el que se había acostado también una de las demás”.
En
la misma línea, Así es como la tienes que tocar es un doble
acertijo. Gretchen acude a clases de piano a casa de la señorita
Grant después de que sus padres la descubran toqueteándose con un
primo tres años mayor. En una habitación de la casa de la señorita
Grant hay un misterio por el que Gretchen, de trece años, se siente
más seducida que atraída. Algo sucede, la señorita Grant lo sabe,
pero el lector y los padres de Gretchen no. Medio relato discurre
sobre la intriga de qué ha hecho la resuelta niña, cuando se sabe,
el otro medio discurre sobre qué va a ocurrir, pero ese no es el
segundo acertijo, sino que la autora lo planta al final, un final
abierto.
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