Qué
hace el gobierno Sánchez en la cuestión catalana. Qué está
haciendo el PSC. Qué hicieron los gobiernos del PP. Qué podemos
esperar. El nuevo gobierno se apoya en quienes dieron un golpe (o una
revolución posmoderna, según se mire) para separarse de España.
La parte catalana del PSOE iguala a los golpistas con el partido más
votado de Cataluña, que lo es por defender la Constitución y los
derechos de la parte más débil. Los golpistas llenan de símbolos
ilegales playas y plazas y el presidente de la Generalitat pide la
reunión
urgente de la Junta de Seguridad para evitar los ‘ataques
fascistas’ porque un coche arremete contra una plaza llena de
cruces amarillas. El periódico institucional del país ha vuelto,
con la nueva dirección, a la senda de la tercera vía e insta a Sánchez a que
prosiga en ella, sin explicar con claridad cuál es la segunda y en
qué consiste la tercera. Con ello no atiende a sus informados
articulistas que sí lo saben.
Este
artículo, por
ejemplo,
lo explica con meridiana claridad. Debería
encabezar los telediarios y ser materia de comentario de texto en las
escuelas de verano de los partidos constitucionalistas y en las
escuelas tout
court.
“El politólogo Angelo Panebianco señalaba hace ya tiempo que por debajo de los arreglos de tipo federal que se han practicado en algunos países subyace una especie de trato apócrifo entre las élites políticas centrales y regionales: yo reconozco tu soberanía a cambio de que tú me entregues el poder omnímodo para controlar a mi población”.
“La institucionalidad realmente operante desde 1978, dijera lo que dijera la letra constitucional, obedeció en gran manera a este tipo de acuerdo, de manera que lo que ahora se plantea como solución a la crisis catalana no es sino llevarlo al extremo: entregar a Cataluña las competencias exclusivas y blindadas en materia lingüística, cultural y de enseñanza, de manera que su gobierno pueda llevar a cabo sin restricción alguna una política de cohesión identitaria de la sociedad, reformando en lo necesario a las personas que la componen para que se amolden al tipo nacional catalán predefinido por ese mismo gobierno. Un pacto profundamente antiliberal por cuanto entrega personas concretas de carne y hueso (los únicos sujetos morales relevantes) a cambio de relaciones de superioridad o lealtad entre entes ficticios meramente instrumentales. Las naciones son para las personas, no las personas para las naciones”.
“Entregar el control de la construcción identitaria de las personas a las instituciones de obediencia “solo catalana” lo único que garantiza a medio plazo es que la reclamación de secesión encuentre pronto mayor base social de apoyo, precisamente lo que le ha faltado en la intentona que ahora agoniza”.
La
tercera vía nos lleva a un estado confederal donde el principio que
lo ha de guiar es la desigualdad. Son las políticas de tercera vía,
aplicadas por gobiernos del PP y del PSC-PSOE, las que nos
ha traído hasta aquí. A lo que se ve, para las élites del
país, ‘democracia’ es un concepto vacío o, en todo caso, en lo
que para ellos signifique, no va de libertad e igualdad. Vale para la
derecha y vale
para la izquierda. Una desmoralizadora neblina cae sobre el país,
la melancolía de la desesperanza, no porque los tiempos pasados
fuesen mejores sino porque eran menos malos que los que nos aguardan.
O eso creo.
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