“Fue David contra Goliat. Soy de familia humilde, trabajadora. Siempre habían gobernado las élites, aunque fueran de izquierdas. Yo no venía de la élite, sino de los movimientos sociales, yo no me había relacionado con el poder. Se habían olvidado del sentido común”.
“Europa incluso es peor que la política de Trump, que separa familias, pero en Europa se condena a morir en el Mediterráneo a niños, hombres, mujeres, ancianos. Mueren por culpa de Europa”, "En el mar Mediterráneo, mueren niños y niñas por la política. Europa los condena a morir ahogados. Lamentablemente España hace acuerdos con Marruecos o Libia para intentar contener la inmigración. Con eso, no sólo no se soluciona el problema, sino que se complica mucho más". “Lamentablemente España hace acuerdos con Marruecos o Libia para intentar contener la inmigración. Con eso, no sólo no se soluciona el problema, sino que se complica mucho más".
Sobre si los niños deberían votar: “Su voz es libre, sin deudas ni presiones. Son el futuro y contrarrestan al poder del dinero, que dice ser mayoritario pero no lo es”.
1.
Colau ha llegado al punto de creerse su personaje, ese punto en el
que al despegarse de la realidad pierde la conciencia de la farsa.
Comenzó como una farsante, supo que era una farsante, como tal entró
o fundó o le ofrecieron un movimiento político. Ahora cree que ser
farsante es una cosa seria: “Mi movimiento continúa. Pero, yo me
pasé a la política institucional”. AC entró en política como si
entrara en un teatro, poniendo el mundo entre paréntesis. La
realidad era lo que ella representaba, no lo que dejaba fuera. AC ha
ido perdiendo el rastro de la broma. Cuánto tardará en sentirse
ofendida por quienes no se la tomen en serio.
2.
Por ahí fuera se la creen. Aunque no debería ser nada sorprendente,
también la farsa es susceptible de convertirse en algo serio ahí
afuera. Esa es una posibilidad, la otra es que vean el nombre de
Barcelona y a ella asocien 'izquierda radical' y vean en Ada Colau su
representación aunque en ella no vean a la farsante. Cualquiera de
las dos posibilidades vale cuando en Nueva York ‘el radical chic’
la invita a que diga cosas. Estas, por ejemplo, que Trump y Europa
son lo mismo. Allí le dicen que Trump es el neofascismo y ella, la
farsante, se anima: Europa ‘mata’ en el Mediterráneo.
No
puede haber duda sobre su naturaleza de farsantes, Alexandria
Ocasio-Cortez, y Ada Colau. Sobre representación y política, dice
la rutilante Alexandria Ocasio-Cortez, y Ada Colau asiente,
“Si tengo efectividad, me quedaré el tiempo que sea. Estaré mientras sea útil, si son dos años, dos, si diez, pues diez. Los escaños son herramientas, no son identidades”.
Este es el mundo, nuestro mundo. A
un lado los lobos solitarios en su cumbre de Helsinki, alardeando de
su botín, en el otro los trans, los trans de
la política,
con su irrestricta cursilería, ambos con una insaciable sed de
obtener y conservar el poder, en medio la masa confusa y sensiblera.
Trump
y Putin, Ocasio y Ada Colau. Se iniciaron como farsantes, pero han
olvidado su papel de bufones para creerse reyes, lo que en el inicio
fue un juego se transformó por la gravedad y seriedad de sus
seguidores en una mascarada que esperamos no sea trágica.
“Un sabio no debería reír más que estremeciéndose” (Baudelaire).
No hay comentarios:
Publicar un comentario