Se
sale de Galisteo por el bonito puente renacentista, de 1566, sobre el
río Jerte, que construyó el señor del lugar, Manrique de Lara,
poco antes de que desemboque
en el Alagón. Desde Galisteo a Carcaboso el camino es
fácil, hacia abajo y agradable a primera hora de la mañana. Luego
rodamos
sobre
pistas planas y después por
un sendero, con pequeños tramos encharcados, con un continuo abrir y
cerrar cancelas, con la vaquería pastando, atravesando
la dehesa por parajes hermosos si mis compañeros redujesen la
velocidad de sus bicis. De pronto, ante nosotros, el arco romano de
Cáparra.
Cáparra,
un centro arqueológico vivo, fue una antigua ciudad romana de la
emeritense que atravesaba la calzada de la Plata. Junto
al arco se puede ver el trazado ortogonal de la mayoría de las
ciudades romanas. Elevado a finales del siglo I, sus cuatro arcos
indican que bajo él pasaban el cardo y el decumano, las dos
principales vías de la ciudad. Desde
el
arco de Cáparra,
el camino va subiendo lentamente por tierras de Extremadura aún,
vadeando arroyos con la bici a cuestas y barrizales que salen al paso
de forma inesperada, con tramos complicados bajo el viaducto de la
nacional, hasta llegar a Aldeanueva del Camino, donde nos espera una
jarra de cerveza, y, tras Baños de Montemayor, entrar en tierras
castellanas. La subida al Puerto de Béjar por el enlosado de la
calzada romana es muy duro, por la pendiente y sobre todo por los
escalones que lo van pautando. Al
final de la subida hay una fuente de agua fresca que se agradece
mucho. Tras otra subida por un angosto sendero de fuerte repecho se
inicia una larga bajada hasta el río Cuerpo de Hombre, un tramo llano y por fin otra dura subida
hasta el Parador de Sinforiano, una posada en medio de la nada donde los viajeros descansaban tras los duros subeybajas y con un depósito de miliarios. Aún nos queda afrontar otra subida, con el km más largo que creo haber hecho nunca, para llegar a La Calzada de Béjar. Villa
muy disminuida desde que Béjar dejase de ser un importante centro
textil. En
el albergue de Alba y Soraya nos espera la rica paella que han
preparado. El hospitalero, muy
amable y ante mis ganas me prepara dos huevos fritos de más. Más tarde en una charla al atardecer se quejará de los turigrinos, como ese que llevaba 14 muescas en un brazo que correspondían a otras tantas conquistas logradas en el camino.
Coincidimos con un grupo multinacional y con un murciano, algo
entrado en carnes,
que hace caminos a lo loco, con jornadas maratonianas. Más tarde
llegarán los tres andaluces ciclistas y con ellos visitaremos, tras
la siesta, el fortín
romano, con los muros exteriores de granito bastante bien
conservados, al que se llega por un muy angosto sendero apenas
visible entre matojos y zarzas, que controlaba el paso de la meseta a
la llanura extremeña. 69,16 km.
No hay comentarios:
Publicar un comentario