Etapa
sin gran complicación, plácida, de Zafra a Los Santos de Maimona y
de aquí a Villafranca de los Barros, donde en medio de una gran
plaza destaca la portada gótica de Nuestra Señora del Valle. Luego,
entre viñedos, caminos de barro seco y duro, descendemos hacia
Torremejía, donde repostamos -grandes potes de cerveza, se
entiende-, en una gran plaza cercada por edificios blancos, un
lugarón que se extiende en la planicie pacense y que le sirvió a
Cela para ambientar La familia de Pascual Duarte, antes de
llegar al Guadiana y su hermoso puente, tras el que se oculta nuestro
destino, Mérida. Seguir el curso del río y contemplar el puente
romano desde lejos es uno de los lujos de este viaje, como lo es
alojarse en el albergue municipal del Molino de Pancaliente, justo
encima del alargado parque en la margen derecha del Guadiana.
Albergue molino |
Allí
nos encontramos con un italiano que viajaba también en bici, desde
Milán, pero que no tenía para pagar el albergue, decía como
enfadado. El hospitalero le indicó la dirección del albergue de
indigentes pero prefirió echarse sobre el césped del parque donde
permaneció sin tregua las horas del día y de la noche. También
allí llegó a última hora un caminante vasco que venía desde
Almería, Granada y Córdoba, haciendo en solitario el camino
Mozárabe, con muchas ganas de contar su peripecia porque en su largo
trayecto, del que llevaba cumplidos diecisiete días, apenas había
encontrado con quien hablar. Ramón, gran hablador también, escuchó
con paciencia su borrachera de palabras. En vez de pasar adentro a
coger una litera y ducharse, prefirió dormir al raso junto a la
puerta del albergue, alegando que como montañero que era estaba
acostumbrado a dormir en duro.
Mérida da para mucho más que un día,
así que, bajo el duro sol, nos limitamos a comer, beber y pasear
apreciando mudos su romanidad. 64,49 km.
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