El
camino comienza en la plaza del Triunfo de Sevilla, junto a la
catedral y el Archivo de Indias, un día de calor, tras una noche en
bus desde Burgos, sin pegar ojo, por las excesivas paradas, un par de
más de treinta minutos, y la incomodidad del asiento. Viajar en
autobús no se lleva o se lleva poco y la gente que coge este medio
es por despiste o porque no tiene otro a su alcance. Hay una
sociología de los viajeros de autobús que no voy a hacer ahora. He
embalado y desembalado la bici en papel film, con le rueda delantera
pegada al cuadro. En la estación, en la plaza de Armas, rearmo la
bici, me cambio de ropa tras un pilar y me pongo en marcha. Los
turistas y ociosos cruzan y descruzan la plaza del Triunfo entre las
calesas y las bicis. Parece un día festivo, aunque no es más que un
martes como cualquier otro. Allí está Ani, con su bici a punto. No
tenemos tiempo más que para parar en una tasca de Triana a desayunar
antes de iniciar la ruta. Otra vez de paso por Sevilla sin hincarle
el diente.
Cerro del Calvario |
Hay
mucha carretera en esta primera y larga etapa. Dejamos atrás
Camas, Santiponce y las ruinas de Itálica famosa. Paramos a comer en
Castilblanco de los Arroyos, en Casa Eloy, buena comida a mejor
precio y empieza el festival de cerveza. La bici y la cerveza son
campañeras inseparables, la segunda no demasiado buena para mi
tracto intestinal. Después empieza la primera de un gran desfile de
dehesas que nos acompañarán con tierras andaluzas, extremeñas y
castellanas. Rodamos con placer por pistas terrosas llenas de cantos.
Ani pincha y tarda en dar con la tecla. La dehesa del Berrocal que
atravesamos con gusto, pero con muchas cancelas que abrir y cerrar,
acaba en una imposible rampa llamada con razón Subida al
Calvario. Tengo que arrastrar la bici con sus alforjas por rampas
pedregosas del 20% y parar de vez en cuando para tomar aire. Será el
recuerdo más penoso de todo el camino. Al otro lado, tras la bajada
está Almadén de la Plata, un pueblo de casas blancas, la bonita
torre del reloj color burdeos del alto campanario y un curioso
monumento a los ciervos, un pueblo por el que pasaron todos los
conquistadores de la península, desde íberos y tartessos a romanos
y musulmanes. El albergue privado, sencillo y funcional. Unos cuantos
santiagueros de a pie, siete u ocho, ya están instalados. Entre
ellos, Ramón, un zamorano que también hace el camino en bici y que
será nuestro compañero hasta Santiago. Ramón va más suelto porque
en vez de llevar alforjas lleva una mochila a la espalda. 73,5 km.
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