Nada hacía presagiar que, tras un comienzo electrónico, chillón, la técnica enmascarando la voz, poco a poco Ute Lemper se iría apropiando del escenario y
conjuntándose con piano, chelo y bandoneón, para hacer de esta una
noche memorable. No una Ute Lemper cabaretera, aunque no la haya
olvidado del todo, y ahí estaban las referencias a Marlene
Drietrich, al Berlín de 1928 y a Bertold Brecht, sino una cantante
que consciente del estado de su voz sabe escoger las canciones que
versionar. Lo de menos era la historia que ha ido contando en torno a
Berlín, lo demás el tono jazzístico, muy bien acompañada, una
agradable sorpresa el bandoneón, que unía los distintos temas y que
ha creado la atmósfera para que las viejas canciones, conocidas por
todos, aparecieran como nuevas, como si se cantasen por primera vez.
Quizá ha renqueado en el dylaniano Blowing in
the Wind y en el tema de la ópera de tres
peniques, pero con el Charles Trenet de Que
reste-t-il de nos amours ha
estado magnífica y a partir de ahí ha ido encadenando y bordando a
Leo Ferré, la Lily Marlene,
Falling in Love again,
el Maki Navaja, que no podía faltar,
el Ne me quitte pas de
Jacques Brel, magnífica versión, o
el Je
ne regrette rien de Edith Piaf, hasta
se ha atrevido a versionar la Ausencia
que Pablo Neruda dedicó a Matilde Urrutia, cuyo castellano peculiar
ha sabido soslayar con esa voz tan apropiada para hacerla sonar como un
instrumento de jazz.
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