domingo, 6 de mayo de 2018

Ute Lemper




             Nada hacía presagiar que, tras un comienzo electrónico, chillón, la técnica enmascarando la voz, poco a poco Ute Lemper se iría apropiando del escenario y conjuntándose con piano, chelo y bandoneón, para hacer de esta una noche memorable. No una Ute Lemper cabaretera, aunque no la haya olvidado del todo, y ahí estaban las referencias a Marlene Drietrich, al Berlín de 1928 y a Bertold Brecht, sino una cantante que consciente del estado de su voz sabe escoger las canciones que versionar. Lo de menos era la historia que ha ido contando en torno a Berlín, lo demás el tono jazzístico, muy bien acompañada, una agradable sorpresa el bandoneón, que unía los distintos temas y que ha creado la atmósfera para que las viejas canciones, conocidas por todos, aparecieran como nuevas, como si se cantasen por primera vez. Quizá ha renqueado en el dylaniano Blowing in the Wind y en el tema de la ópera de tres peniques, pero con el Charles Trenet de Que reste-t-il de nos amours ha estado magnífica y a partir de ahí ha ido encadenando y bordando a Leo Ferré, la Lily Marlene, Falling in Love again, el Maki Navaja, que no podía faltar, el Ne me quitte pas de Jacques Brel, magnífica versióno el Je ne regrette rien de Edith Piaf, hasta se ha atrevido a versionar la Ausencia que Pablo Neruda dedicó a Matilde Urrutia, cuyo castellano peculiar ha sabido soslayar con esa voz tan apropiada para hacerla sonar como un instrumento de jazz.

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