“Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el unico argumento de la obra”. (Gil de Biedma)
Al
comienzo de la peli una tortuga cruza la pantalla detrás de un
arbusto hasta perderse en el desierto. Es el amigo más preciado de
Howard, que aclara que no es una tortuga sino un galápago y que vive
más de cien años, doscientos incluso. Después quien aparece en
pantalla es Lucky (Harry Dean Stanton) y ya no la abandonará hasta el
plano final, cuando la tortuga, el galápago, reaparece haciendo el
recorrido inverso, mientras es Lucky quien se pierde, entre altos
cactus, en el desierto. Lucky tiene 90 años (la misma edad que el
actor), es un fumador empedernido, vive solo y cada día hace las
mismas rutinas, ejercicios mañaneros mientras escucha mariachis,
toma un café en su local favorito, donde el dueño, cada mañana, le
hace la misma broma nihilista, mientras rellena un crucigrama, pasa
por la tienda de su amiga mejicana donde compra leche y tabaco, y
toma un Bloody Mary al anochecer, en el local de Elaine, donde charla
con sus amigos viejos, en general de palabras verdaderas como
realismo o amistad. Un día, después de levantarse se cae cuan largo
es, el médico, tras examinarlo, no aprecia otra cosa más que se
está haciendo viejo. Lucky, más viejo que todos sus amigos, asume
que es viejo y confiesa que tiene miedo. La amistad no le falta pero
está solo y solo aborda la cuestión fundamental. Qué se puede
hacer ante tal cuestión, nada, sonreír.
La peli es sencilla en su
exposición, los personajes son como esculturas exentas en el
paisaje, remite a París Texas,
no sólo en la poesía del espacio abierto y fundamental, sino que
uno de los amigos de Lucky, Howard, está interpretado por el propio
David Lynch.
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