“Una costumbre que hundía sus raíces en aquel pasado lejano era el yobai, literalmente, ‘deslizarse de noche’, cuando los muchachos de los pueblos cortejaban a sus doncellas. El chico entraba en la habitación de la muchacha de noche, a gatas, y si ella no le rechazaba dormían juntos. Al amanecer se tenía que haber marchado ya, y si las cosas habían ido bien, entonces visitaba a la chica regularmente por la noche hasta que se casaban. Algunos pueblos extendieron el principio del yobai a los viajeros, quizá para evitar que hubiese demasiada endogamia en las zonas más remotas”.
Antes
de que Japón se transformara en una sociedad industrial, en el
periodo Meiji, ya había sufrido otra importante transformación. Fue
a finales del XII, cuando los Genji se impusieron a los Heike, que
dieron lugar al largo periodo del sogunado, durante seiscientos años.
Sólo a través de la literatura, del arte y de algunos restos
arqueológicos, los pueblecitos perdidos del valle de Iya (Shikoku),
por ejemplo, con casas de madera, teja, bambú y paja, podemos
hacernos una idea del paisaje natural japonés y de cómo era aquella
sociedad a la que los japoneses aluden como La Edad de los Dioses,
quizá porque de ella viene la religión sintoísta. Los japoneses
suelen decir que al santuario sintoísta se va a cuidar el alma y
al budista a resolver los problemas materiales.
Sin
duda, la historia del yobai recuerda el mito de Eros y Psique
griego, por lo que tiene cierta verosimilitud la influencia griega a
través de China, en todo caso, conocemos aquel mundo si visitamos un
santuario sintoísta o si leemos La Historia de Genji o la
poesía conservada en la recopilación del Man'yōshū, como
este Ariake no tsuki, donde el enamorado se lamenta por tener
que abandonar a la chica con la que ha pasado la noche.
Asaborake
ariake no tsuki no
miru made ni
yoshino no sato ni
fureru shira-yuki
Toda la noche
hasta la misma madrugada
la blanca nieve y la luna llena
hacían brillar
el monte Yoshino
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