“Hay más cosas de las que necesitamos liberarnos: tal vez de un sistema que premia la competitividad, la crueldad, el pensamiento a corto plazo y el más rudo individualismo; un sistema que funciona a la perfección para la destrucción del medio ambiente y el consumo ilimitado; a eso lo llamamos capitalismo: Personifica lo peor del machismo mientras destruye lo mejor de la Madre Tierra”.
Si
damos crédito al deseo expresado por Rebeca Solnit de liberar a las
mujeres y con ellas al resto de la humanidad, no parece que vaya a
conseguirlo haciendo que todos nos enganchemos unidireccionalmente
a
sus ideas. ¿Podemos
aceptar que la violencia doméstica, las violaciones, el asesinato,
el acoso y la intimidación en las redes, en casa, en el lugar de
trabajo, en las aulas, el abuso de poder como un todo forman parte
de un mismo patrón, síntoma todo ello de algo más amplio, de una
guerra entre hombres y mujeres? No
parece que así sea porque leyéndola tengo la impresión de que sus
ideas no son discutibles y hay que aceptarlas en bloque, porque si no
lo hago o bien defiendo la sociedad patriarcal autoritaria o bien soy
paternalista o condescendiente. La cuestión es si es posible pensar
en la discriminación o en la violencia sin formar parte de alguno de
los colectivos que las sufre, mujer, enfermo, inmigrante, no blanco.
¿Se puede opinar sobre el acoso sin ser mujer, en minorías
nacionales
sin ser nacionalista, en la inmigración sin ser inmigrante, en la injusticia social sin ser comunista? Los
que profesan ideologías severas, restringidas a una faceta de la
vida, suelen negar a quienes no las profesan, el derecho a pensar en
ellas, incluso a combatir las
injusticias.
En una época de expansión de derechos (matrimonio no hetero,
libertad sexual, igualación de género, integración inmigrantes)
quieren hacernos creer que sólo los
grupos
organizados de los
colectivos discriminados tienen
el mango del discurso y que sólo ellos han conseguido los triunfos,
que las victorias nada tienen que ver con la evolución de las
costumbres, con la lucha general contra la discriminación en la que
ha intervenido tanta gente. Probablemente
las violaciones y la violencia doméstica no sean incidentes aislados
ni formen parte de una anomalía social, pero es arriesgado afirmar
como hace RS
que obedecen a una pauta cuyas causas son culturales, como si fuesen
hechos estadísticamente generalizables y quizá haya que atender a
lo que está fuera de su círculo de visión, causas naturales,
biológicas
y comportamientos particulares para entenderlas.
En
las afirmaciones de RS siempre hay algo de verdad pero hace todo lo
posible por recluirlas
en el
discurso en la ideología feminista: “la misma idea de que el
matrimonio pudiera extenderse a dos personas del mismo género es
posible porque el feminismo sacó el matrimonio del sistema
jerárquico en el que estaba y lo reinventó como una relación entre
iguales. Aquellos que se sienten amenazados
por el matrimonio entre personas del mismo género, lo están porque
se sienten amenazados ante la idea de igualdad entre parejas
heterosexuales y parejas del mismo sexo”. Un
reduccionismo difícil de aceptar.
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