Muere
un mantero en el barrio de Lavapiés. Las circunstancias no se han
precisado todavía. Escucho algunas opiniones a través de la tele y pronto se
ve que, aunque se ofrezcan como testimonios, son testimonios de
parte. De parte de sus apriorismos. Es posible que hayan visto, pero
lo que han visto encaja en un modelo previo para organizar los
acontecimientos. Las señales que reciben del exterior van a la caja
negra de su cerebro y allí se convierten en la película de la
realidad.
Un
concejal gobernante dice que "El
fallecido es una víctima del sistema capitalista"
.
En
otro sitio, otro opinante habla del incomparable trato a favor de los
inmigrantes.
Ambas
opiniones cierran cualquier discusión. ¿Quién podría llamarles,
invitarles a una birra en el bar debajo de su casa e iniciar una
discusión? Toda su argumentación es prefabricada, no deja brechas
para el contradictor, imposible entrar en su fortaleza.
Algo
parecido sucedió ayer en el Congreso con el debate entre partidos
sobre la prisión permanente revisable. Una discusión sin brechas.
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