sábado, 7 de octubre de 2017

16. Jiva



         Jiva, la primera ciudad de Uzbekistán, es pequeña pero conserva su arquitectura de barro. Desde el adarve de sus murallas se puede mirar al interior o si se tercia la puesta de sol. Las casas semihundidas, en medio de un entorno seco y árido, buscan sombra y confort, los minaretes son elegantes como jirafas aladas. La cercanía del Amu Daria le permitió un sistema de irrigación gracias al cual se convirtió, a partir del siglo XVI, en una importante ciudad de la ruta de la seda. Volcada al turismo, un reguero de tiendecillas a pie de calle ofrecen objetos vistosos, coloridos, que atraen la atención del turista caprichoso que suelta billetes con la delectación de quien de pronto por la magia del cambio de moneda se ha hecho millonario. Paseando por el recinto amurallado se pueden ver los bellos edificios islámicos y los magníficos palacios de principios del XIX. Una ciudad que, por desgracia, pronto será invadida por los nuevos tártaros, los turistas chinos, hasta perder el ajado misterio de los azulejos azul cobalto y turquesa de sus mezquitas, mausoleos y madrasas. Aunque sin olvidar que la bella Jiva oculta lo que fue la mayor fuente de su riqueza hasta bien entrado el XIX, el mercado de esclavos. Ahora es un gran bazar que vive de la atracción de sus ruinas. Aquí nacieron dos sabios, el matemático al-Juarismi y al-Biruni.

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