jueves, 5 de octubre de 2017

14. Turkmenistán, desierto, noche



             En medio del desierto de Karakum, en el centro de Turkmenistán, el cráter de Darvaza. En 1970, geólogos soviéticos en busca de gas y petróleo, provocaron un derrumbamiento que dejó un cráter de 70 metros de diámetro, del que comenzó a salir gas. Hay otros, aunque no tan espectaculares. Como no era apto para su explotación decidieron prenderle fuego. 47 años después sigue ardiendo. Aproximarse al cráter desde el desierto es toda una experiencia, sobre todo de noche, el resplandor se ve a lo lejos como una gran boca de fuego. De cerca el viento extiende su calor en ráfagas. Algunos plantan sus tiendas alrededor, como si quisiesen estar cerca de la puerta del averno.

La luna llena se abría entre las nubes
iluminando las dunas
yo caminaba sobre ellas
en el campamento
en una hondonada
pequeñas tiendas de dos plazas
junto al rescoldo de la hoguera
dormitaban en ángulo recto
frente a la gran carpa de las alfombras
a voz queda charlaban
los mozos de los cuatro por cuatro

dejé caer la capucha puse el oído
al silencio que atendió Zoroastro
el que Maniqueo interpretó
el que hollaron Gengis Kan y su hijo
del que Timur el cojo hizo ciudad
no muy lejos del cráter de fuego
oí el gañido quejumbroso de una pareja de animales
que venía y se alejaba
y luego en un instante
tan breve como un guiño de la imaginación
oí el zumbido del cosmos
la música que oyen los profetas
un instante solo
roto por una motocicleta que venía de lejos
y lejos se iba con su ruido mortal
y poco después quizá un tren
de interminables convoyes

en la tienda de dos plazas el frío
era un despertador inyectando
conciencia en mi frustrado deseo
de hacerme desierto.

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