La
luna llena se abría entre las nubes
iluminando
las dunas
yo
caminaba sobre ellas
en
el campamento
en
una hondonada
pequeñas
tiendas de dos plazas
junto
al rescoldo de la hoguera
dormitaban
en ángulo recto
frente
a la gran carpa de las alfombras
a
voz queda charlaban
los
mozos de los cuatro por cuatro
dejé
caer la capucha puse el oído
al
silencio que atendió Zoroastro
el
que Maniqueo interpretó
el
que hollaron Gengis Kan y su hijo
del
que Timur el cojo hizo ciudad
no
muy lejos del cráter de fuego
oí
el gañido quejumbroso de una pareja de animales
que
venía y se alejaba
y
luego en un instante
tan
breve como un guiño de la imaginación
oí
el zumbido del cosmos
la
música que oyen los profetas
un
instante solo
roto
por una motocicleta que venía de lejos
y
lejos se iba con su ruido mortal
y
poco después quizá un tren
de
interminables convoyes
en
la tienda de dos plazas el frío
era
un despertador inyectando
conciencia
en mi frustrado deseo
de
hacerme desierto.
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