¿A
qué se debe la actual irrelevancia de la filosofía? En otro tiempo
los filósofos tenían voz, se les escuchaba. Alguien ornado con esa
palabra tenía predicamento, se le reservaba un puesto, cada una de
sus palabras tenía una significación especial, hacía renacer el
mundo. Pero ya no es así. ¿Quién ha sido el último filósofo? Hay
algunos nombres que suenan, quizá por la eufonía que desprenden,
quizá porque al ser muy pocos se repiten cuando se habla de
filosofía, como rarezas, como un saber antiguo en vías de
extinción. Al principio la filosofía lo era todo, incluía todo el
saber. Un filósofo era el que pensaba el mundo y el que habría el
camino al hombre. Pero luego los saberes se fueron particularizando y
más tarde convirtiendo en disciplinas. La filosofía se fue
avejentando a medida que crecían sus hijos. Algunos filósofos
envidiando la claridad y la precisión de la ciencia quisieron
asemejarse y convertir el saber general en disciplina, fueron
oscureciendo el lenguaje, inventando un código preciso, casi
secreto, que costaba un gran esfuerzo adquirir, y creando un almacén
de conocimientos técnicos inservibles. Así los que se amparaban en
el nombre de filósofos se recluyeron en las facultades de filosofía,
ajenos al fluir de la vida, ausentes de la discusión general,
acumulando un nuevo saber inútil. Hubo otros que envidiaron a los
hombres de letras y acercaron la filosofía a la poesía, al gai
saber. Algunos de ellos enamorados del chisporroteo verbal le
cogieron gusto a la plaza pública, al periódico y la televisión,
empezaron a opinar sobre la banalidad dramatizándola. Pero si al
mundo le sobra algo son opiniones, todo el mundo tiene la suya. La
saturación de opiniones hace irrelevante cualquiera de ellas. Alguno
de los actuales filósofos se ha convertido en una especie de
saltimbanqui
del pensamiento. La gente acude a ver sus volatines sobre el
escenario y aplaude a rabiar. Otros aun conservan una pose respetable
sobre un butacón y aseveran
sobre asuntos de actualidad a sabiendas de que nadie va a leerlos
o escucharlos o que son contradichos
a vuelta de página. Opinar cada vez vale menos, si se escarba un
poco se ve el sesgo que lo conduce. El mundo de los expertos está
feneciendo, sustituidos por el conocimiento que aportan los datos. Un
hombre sabio no es el que bebe de su experiencia personal, tan
traidora, tan olvidadiza, tan sesgada, sino aquel que crea un
programa cada vez más pulido de interpretación de los datos. El
conocimiento no germina en la mente de un hombre sino que es la suma
de la experiencia de todos los hombres.
Ciencia y filosofía.
Otro ejemplo de irrelevancia.
Ciencia y filosofía.
Otro ejemplo de irrelevancia.
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