En
1862 lord Kelvin, tras un cuidadoso cálculo, basado en lo que sabía
de física y termodinámica, creyó llegado el momento de hacer una
afirmación con garantías sobre la edad de la tierra: entre 24 y 400
millones de años, probablemente 100 millones de años. Otros
importantes científicos de finales del XIX como Hermann von
Helmholtz y Simon Newcomb presentaron sus propios cálculos: entre 22
y 18 millones de años respectivamente. Ahora sabemos que todos se
equivocaron en mucho. El primero dejó fuera del cálculo complicados
procesos como los volcanes y los flujos de lava. Los segundos, que
tenían en cuenta la evolución del sol hasta su diámetro e
intensidad actual, desconocían el proceso de fusión nuclear. Lord
Kelvin erró en un factor de 50.
Creemos
que el Big Data nos hará dueños del mundo o poco menos, que
comprenderemos mejor los fenómenos que nos rodean, pero no deja de
ser una ilusión, al menos de momento. Controlamos unas variables
pero muchas otras se nos escapan. Pensemos en el clima. Tenemos al
alcance la temperatura y la lluvia, el viento y la presión. Pero qué
hay de los rayos solares y de las nubes, del resto de componentes de
la atmósfera y de la dinámica de los océanos y, por encima de
todo, del comportamiento en conjunto de la megaestructura que es el
clima. Cómo medir los cambios que un factor induce en los demás,
cómo seguir la dinámica general.
Marten
Scheffer habla de puntos de inflexión. Una gran estructura como
el clima, el estado de nuestra mente o el comercio mundial se
mantienen estables durante un tiempo y de pronto entran en crisis y
pasan a otro estado: la catástrofe climática, una gran depresión o
la gran recesión. Según Scheffer, hay un punto de inflexión que
cuando se supera el sistema cae en otro estado. ¿Qué produce ese
punto de inflexión, el cambio en una variable o la propia dinámica
de la gran estructura?
“El
universo no viviente es tan diverso y dinámico como el universo
viviente, y también está dominado por patrones de organización que
aún no comprendemos. Los grandes problemas -la evolución del
universo como un todo, el origen de la vida, la naturaleza de la
conciencia humana y la evolución del clima de la Tierra- no pueden
entenderse reduciéndolo todo a partículas elementales y moléculas.
Serán necesarias nuevas formas de pensar y nuevas formas de
organizar los grandes cúmulos de datos”. (Freeman Dyson).
¿Y
el pensamiento? “La idea tradicional de que la esencia del
pensamiento humano consiste en razonar de manera lógica mediante la
manipulación de expresiones en una especie de lenguaje simbólico
interno está sucumbiendo ante un punto de vista completamente
diferente, según el cual un pensamiento es simplemente un gran
patrón de actividad neuronal”. (Geoffrey
Hinton).
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