“Y un burkini es al fin y al cabo eso: un (suponemos) incómodo, pero simple bañador. Los signos religiosos están prohibidos en escuelas y en el
funcionariado de una Francia laica que admiramos. Pero en nombre de la igualdad,
la fraternidad y la libertad, dejen las playas libres de esa batalla, por favor”.
Sale al quite la
periodista correcta para afearles la posición al alcalde de Cannes y al
juez que han decidido que en sus playas el burkini, no. Burkini, esa
prenda para el baño para mujeres musulmanas que solo deja al descubierto la
cara, las manos y los pies. La periodista lo tiene claro, es la libertad. Yo no
lo tengo tan claro. Pensemos que las monjas, a las que alude en su queja,
invadieran un día una playa del litoral. Quizá al principio sería divertido
verlas sufrir: apresadas en su cárcel talar bajo el calor veraniego y unos
cuántos kilos de más. Pero la sonrisa inicial se mudaría en incomodidad si
persistiese su empeño. Incomodidad por la diferencia de atuendo, incomodidad
por verlas sufrir. La playa es un espacio común que comparte mucha gente, como
una plaza o la platea de un cine. Hay unas normas comunes de convivencia, unas
explícitas y otras implícitas. Si se trata de una cuestión de libertad,
cualquiera podría comportarse como le diese en gana. Por ejemplo, poniendo la
barbacoa familiar en mitad de la plaza o meando en la fuente a plena luz o
masturbándose en la platea. No lo hacemos o lo hacemos a escondidas con
disimulo o vergüenza porque sabemos que nuestra conducta incomodaría a los demás.
No podemos hacer siempre lo que queremos. De hecho, reservamos unas pocas
playas para quien quiera practicar el nudismo. Es lo que podríamos hacer con el
burkini, reservar unas cuantas piscinas o unas playas para que las mujeres musulmanas
o sus hombres pudiesen practicar su libertad. Cómo reaccionarían si se les dijese que se bañasen en los lugares reservados a los nudistas. Pero quizá haya una razón más poderosa, la libertad es un derecho que afecta a los individuos. Es una burla o una imposición política o religiosa que se pida para el grupo. Un hombre desnudo, una mujer en burkini serían vistos como excéntricos y no pasaría nada más. Pero lo que está ocurriendo en las playas se relaciona con un colectivo, las mujeres musulmanas. La libertad es un derecho que no solo afecta a las mujeres musulmanas, también al resto de los bañistas.
Polémica.
Una opinión parecida a la mía.
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