A las siete estamos en el bar del camping para desayunar.
Esta vez solos. Es lunes y los domingueros han vuelto al curro. Coche por la
pista polvorienta hasta el refugio de Bujaruelo. Atravesamos el puente románico
sobre el Ara y comenzamos la dura subida por el pedregoso barranco, esta vez
sorteando la bosta chocolateada, casi líquida, de una manada de vacas que
vienen del Añisclo para pasar el verano en la plana de Sandaruelo, en las
faldas del Bernatuara. Unas dos horas para llegar al puerto y mil de desnivel.
Frontera con Francia y Parque nacional de los Pirineos francés. Pronto topamos
con los montañeros franceses que vienen del cercano aparcamiento. La ascensión
siguiente, casi plana al principio se va complicando al llegar a las faldas de la
cara norte del Taillon, atravesamos la cascada de deshielo del glaciar del
Taillon sobre rocas deslizantes hasta llegar al refugio de Sarradets. Las idas
y venidas de un helicóptero que transporta paquetes de material nos acompañan
toda la mañana. De pronto, tras doblar una arista rocosa, aparece el circo de
Gavarnie, rodeado por renombrados picos: Casco, Taillon, Marboré, desaguando en
la Gran Cascada de 400 metros y, enfrente, hacia arriba La Brecha. Enrique se
emociona de tanto como ha deseado que llegase este momento. A unos metros por
debajo vemos el refugio en obras. Una gran grúa impide que las fotos del circo
salgan limpias. Hay dos formas de ascender hasta la Brecha, las dos con un buen
desnivel: por un sendero zigzagueante trazado sobre la nieve que cubre el glaciar
o por el lomo de una empinada pedrera. Se alcanza una plataforma sobre la que
descansa el glaciar y luego por una diagonal dibujada en la nieve dura se sube
hasta la misma Brecha. A caballo sobre la Brecha descansa un numeroso grupo de
montañeros, tanto los que han subido desde Francia (Goritz) como los que hemos
subido desde Sarradets. Algunos se animan y acaban la ruta en el cercano
Taillon que en esta época es fácil de subir. Si uno quiere alcanzar el éxtasis
ante las panorámicas que se abren a uno y otro lado tiene motivos para lograrlo.
A pesar de la dureza hay familias con chicos, sin el material adecuado para la
travesía. La bajada, por etapas: la diagonal sobre el glaciar, la loma
pedregosa, el sendero de grandes piedras atravesado por la cascada, el puerto y
el barranco, es dura y larga, especialmente desde el puerto que hace de
frontera se hace penosísima. Todo el mundo con quien hablamos del maldito
barranco asegura que nunca lo volverá a bajar. Ida y vuelta lleva al menos nueve
horas. Las plantas de los pies arden y los dedos constreñidos en la punta de las
botas por el golpeteo de la bajada parece que van a reventar. El brik de
naranja nos recupera antes de la cena.
lunes, 25 de julio de 2016
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