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En el segundo episodio, Peter Linden entrevista a escritores
que participaron en el Congreso de Escritores Fascistas que debía haber
discurrido entre el 20 y el 23 de abril de 1945, en Pinerolo, pero que solo
duró un día, porque uno de ellos, -un escritor ficticio, los demás no lo son-
Luca Borrello, desaparece y es encontrado muerto a los pies de un acantilado de
montaña. Linden los entrevista durante unos días de marzo de 1978, en pleno
furor del terrorismo de las Brigadas Rojas, poco antes de que cayese asesinado
Aldo Moro. Son escritores que procedían del grupo futurista de la Umbría, en el
área de Perugia. El contexto del congreso era el de la República Social
Italiana, aquel regalo que Mussolini recibió por parte de los nazis de
prorrogar su aventura política durante 600 días, la llamada Republica de Saló.
El congreso se celebró pocos días antes del fin de la guerra mundial. Estos
futuristas supervivientes recuerdan los días moribundos del fascismo, el
compromiso del futurismo con aquella política, la rivalidad entre ellos, la
creación y el plagio, la mutua traición por la gloria literaria, el autor y la
obra, la continuación de la vida en la literatura. También hablan de los
participantes en aquel congreso fallido: alemanes, franceses, rumanos,
españoles (Luys Santamaría, Masoliver, Sánchez Mazas, Giménez Caballero, D’Ors).
Pron se recrea en el juego literario, repite fórmulas de otros autores a los
que admira: Borges, Bolaño, Aira, Piglia, Javier Marías, preguntándose sobre el
significado de todo eso y sobre la literatura que se pone al servicio de la
política. Dice uno de los escritores futuristas: Habíamos convertido la literatura
en política y la política en crimen. Y otro que el futurismo no era
solamente una estética, una toma de posición en la escena literaria o la
incorporación a una camarilla, sino una actitud combativa ante la vida entera.
Uno de esos escritores guarda en su casa una caja con los escritos de Luca
Borrello, en esa caja Linden ve la firma de su padre, carpintero. De ese modo
enlaza este episodio con los siguientes.
Antes de acudir al Congreso de Escritores Fascistas, Luca
Borrello tuvo un encuentro con un partisano, Francesco Linden, el padre de
Peter. Este, tras una combate partisano, ha caído por un barranco y Borrello lo
acoge y lo cura. Es el episodio más vívido de la novela, tenso, dramático,
intimista. Ambos conviven en una casa destartalada de campo. Bajo ideologías
enfrentadas a muerte, surgen dos hombres singulares que se reconocen como
tales. Borrello cuida al herido, Linden pone en cuestión los ideales que le han
llevado a la montaña. Borrello piensa que quizá el impulso estético que ha movido
a su grupo pueda seguir de un modo más libre; Linden que los italianos de uno y
otro bando tendrán que encontrar acomodo en un mismo país tras la guerra.
Linden, carpintero, construye un arcón donde Borrello pueda guardar sus
papeles. Es el arcón en el que Peter, más tarde, encontrará la firma de su
padre.
Sigue luego una recensión del material encontrado en el
arcón: relatos, novelas, obras de teatro, conferencias, diarios, notas,
fotografías, mapas, incluso intervenciones en libros ajenos (gialli), algunos
siguiendo las indicaciones de los manifiestos de Marinetti, otros abriendo
caminos o cerrándolos, algo así como un conjunto de signos que hablarían de la
transformación de Luca Borrello de autor fascista en antifascista, de creador
literario en interventor, de autor en individuo que se ha ido desmembrando o
diluyendo o desapareciendo junto a la enfermedad (tuberculosis) que ha ido
acabando con él, de modo que del material se puede inferir la descomposición
de la idea de autor, libro, linealidad, lectura, de la transformación del
autor en obra.
El último episodio nos lleva a un día de diciembre de 2014.
El protagonista es Tomás, hijo de Piter Linden. Vive con sus abuelos, porque su
madre está en la India buscándose en un asram y su padre está en alguna
ONG en África, después de que fuera detenido y condenado a 8 años de cárcel, tras
el secuestro y asesinato de Aldo Moro, delatado por uno de los escritores
fascistas a quien había entrevistado. Francesco escucha música de bandas anarco
punks. Cuando su abuela muere y su abuelo cae bajo el síndrome de Diógenes se
va a una casa de okupas. No sigue los debates políticos, pero un día acude a
una manifestación en Milán y se ve impelido por la fuerza de la masa a seguir
una corriente de jóvenes con capuchas negras y a enfrentarse a la policía. Y
como antes su padre, acabará por comprender que el arte se convierte siempre
en política y la política, no importa de qué signo, en crimen, y pensará que
hay una tarea pendiente allí para personas como él: inhibir a la política de
sus elementos criminales y convertirla en algo parecido al arte, una actividad
que diga algo significativo acerca de estar aquí.
Picoteando, he ido descubriendo el interés de esta novela,
que al principio no veía, y he terminado leyéndola no siguiendo el orden que el
autor propone sino buscando el que me más me ha complacido, empezando por las
biografías finales de los escritores fascistas italianos, un diccionario pergeñado
al modo del Bolaño de La literatura nazi en América, y luego saltando de
aquí para allá, tratando de comprender, por las entrevistas a las que Peter
Linden, uno de los miembros de la saga familiar que hace de protagonista,
somete a los futuristas supervivientes de Perugia, y por los textos más
narrativos donde se nos cuenta la peripecia de esa saga, abuelo, padre e hijo.
Lectura, pues, bastante desordenada, pero que me parece es a la que incita el
autor. Así he ido armando el rompecabezas, que al fin es lo que esta novela es,
y tratado de ver el sentido que de la reconstrucción se deduce.
Patricio Pron se quejaba en una entrevista reciente del
conservadurismo de los escritores actuales. Esta es su obra más compleja, donde
se mezclan el relato y el ensayo y distintas formas de narrar, donde se le pide
al lector, retomando el trabajo de Cortázar, que reconstruya lo que se le
ofrece y arme su propia novela. Quizá, para no pillar desprevenido a un lector
acostumbrado a la lectura lineal, debería ir acompañada de instrucciones de uso.
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