De El intendente Sansho
Sus esbirros se quedaron susurrando como el murmullo del
viento entre las hojas.
En ese momento abrió los ojos, que se le llenaron de
lágrimas como una concha seca rebosante de agua.
De El barco del río Takase
Al oscurecer, amainó el viento, y el perfil de la luna se
diluyó velado por finas nubes que cubrieron el cielo.
Poco a poco avanzaba la nublada noche y el barco Takase, con
sus dos ocupantes silenciosos, se deslizaba sobre la negra superficie del agua.
De Las últimas palabras
Cuando los tres niños salieron con sigilo de su casa, se oía
cantar al segundo gallo. Era un amanecer escarchado.
Tan solo, frías como el hielo, cortantes como el filo de una
espada, seguían resonando las últimas palabras de Ichi.
De Sakazuki
Es una mañana de verano. Entre las copas de los árboles que
rodean el manantial permanece todavía desmadejada la bruma.
Las blancas nubes flotantes humedecen los tocones de los
árboles todavía mojados y los rayos del sol mañanero se clavan como agresivas
lanzas en los alrededores del manantial. Los lazos rojos de las niñas parecen
de un rojo aún más abrasador.
Hay algunas nubes blancas esparcidas y, al llegar el
mediodía, la voz de los insectos hace vibrar las montañas.
En silencio, la octava niña bebió unas cuantas gotas del
manantial y refrescó sus labios levemente rojos.
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