Dejados a
nuestros impulsos en una sociedad en la que lo que importa es hacer dinero,
tener lujosos coches y casas y una vida deslumbrante, la mayor parte de la
gente se comporta de forma egoísta e insolidaria, Tras una cara amable y sonriente
se esconde odio y desprecio por los demás. Eso al menos sostiene la pesimista
película italiana Il capitale umano. La película, montada sobre tres
puntos de vista sucesivos que repiten acciones parecidas en torno a un suceso
clave y una coda en que se exponen las consecuencias, cuenta lo que ocurre en
torno al atropello de un ciclista en una noche de invierno con la nieve en las
carreteras. Cada uno de los tres puntos de vista, un agente inmobiliario en
apuros que se endeuda para invertir en un fondo con promesa de altísimo
rendimiento pero de más alto riesgo, una actriz casada con un lobo de las
finanzas que exhibe una vida tan ostentosa como vacía y triste y la joven novia
del heredero del lobo de las finanzas pero enamorada de un chico del arroyo, se
desarrolla desde los seis meses anteriores hasta la noche del accidente. Tras
una fiesta privada donde corre el alcohol y las drogas el coche del heredero,
un ostentoso todoterreno, atropella al ciclista. ¿Quién lo conducía? Cada uno
de los implicados intentará sacar partido de la situación o descargar el peso
de la culpa sobre otros hombros con tal de verse liberado.
Película
inhóspita en la que el director, Paolo Virzì, no invita a quedarse ni a
identificarse con ninguno de sus protagonistas, unos por egoístas y
avariciosos, otros por tener el corazón de la misma piedra que el casino financiero, otros
por haberse reblandecido hasta la putrefacción al chapotear en el lujo y otros
más por poner delante de la justicia la pasión amorosa. Los escenarios que la
película muestra, una mansión suntuosa, un piso de clase media y un cuchitril
de desheredados pueden ser reconocibles pero los personajes que los habitan no
tanto. La película es entretenida, funciona como thriller, los actores cumplen
con sus roles un tanto caricaturescos, pero no creo que pueda ejemplificar
nada, que pueda verse como una fábula moral. Los que han padecido o padecen la crisis no
salen retratados ni creo que puedan mirarse en ese espejo.
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