«Desdichado
aquél que vive sobre la Tierra…».
Iván
Grigórevich, el personaje principal de la novela, vuelve a la vida tras treinta
años de castigo en los campos de trabajo del Ártico, en Vorkutá. Un hombre
desplazado, fuera de lugar durante toda su vida. En el departamento del tren
donde vuelve lo toman por viejo, mientras los demás hablan él permanece mudo.
En Moscú, va a casa de un primo Nikolái Andréyevich, pero este y su mujer
desean que se vaya cuanto antes para no remover el pasado. Viaja hasta
Leningrado, pasa por delante de la casa de su antigua novia, que se cansó de
escribirle cartas al cabo de diez años, pero pasa de largo porque esa puerta
también está cerrada. Iván Grigórevich encuentra trabajo en una cooperativa
para gente con problemas, artel, y se aloja en casa de una humilde
mujer, Anna Serguéyevna, que vive con su sobrino, Aliosha, se encariña con
ellos, pero resulta que también esta historia acaba mal. Anna tiene cáncer y
muere, a su sobrino lo acoge una hermana de Anna e Iván vuelve a estar solo.
Entonces empieza a recordar la vida bajo el leninismo y bajo el estalinismo,
las delaciones, las torturas, las condenas a los campos de trabajo, el hambre
en Ucrania cuando la colectivización campesina o deskulakización. Los últimos
capítulos, más ensayísticos que ficcionales son un proceso al comunismo, una
exaltación melancólica de la libertad que Rusia a lo largo de la historia
apenas ha tenido y una impugnación de la revolución soviética a la que
emparenta con los periodos anteriores, al menos desde Pedro el Grande, porque
combina como ellos la voluntad de reformar el país al estilo europeo,
introduciendo la ilustración y la industria, con la servidumbre, la esclavitud
de la mayoría de la población tanto en la época de los zares como en los tiempos
de Stalin.
Aunque la
gran obra de Grossman es Vida y destino, Todo fluye es una
especie de resumen de aquella, aunque centrada en el régimen comunista. Es una
novela ensayística donde el protagonista Iván Grigórevich vehicula las ideas
del propio Vasily Grosmann, un alegato contra el régimen nacido de la
Revolución de Octubre y una defensa de la libertad. En los primeros capítulos
utiliza la ironía y el sarcasmo para burlarse del doble pensar, de la
hipocresía de los que se adaptaron al nuevo régimen como el primo del
protagonista que dice haberse visto obligado a firmar contra sus compañeros
judíos del instituto en el que trabaja, en la última gran campaña de Stalin, o
en el 37 cuando la gran purga. Grossman combina el patetismo de los casos
particulares con el análisis del régimen del que nada salva. Escribió la novela
dos años antes de morir, en 1966, aunque sólo se publicó 1980. Era imposible
que el régimen soviético pudiese publicar una obra que le ponía en cuestión de
arriba abajo. Vasily Grossman por boca de Iván Grigórevich pedía lo que la
Unión Soviética por su propia constitución no podía darle: la libertad.
“Por enormes que sean los
rascacielos y potentes los cañones, por ilimitado que sea el poder del Estado e
imponentes los imperios, todo eso no es más que humo y niebla que desaparecerá.
Lo que permanece, se desarrolla y vive es sólo una verdadera fuerza, que consiste
en una sola cosa: la libertad. Vivir significa ser un hombre libre. No todo lo
real es racional. Todo lo que es inhumano es absurdo e inútil”
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