En algunas
ciudades, en los barrios parisinos, surgen brotes de violencia. François oye
disparos, ve a lo lejos incendios, pero ni los canales nacionales, ni youtube,
rutube o la CNN ofrecen información al respecto. Grupos de jóvenes han
creado un movimiento identitario que prepara la insurrección, los Indígenas
Europeos: como blancos que ocuparon antes que nadie Europa rechazan
cualquier tipo de colonización, sea musulmana, americana, china o india. De guerra
civil antes del 2050, habla en sus panfletos la rama política, aunque debido al
todavía fuerte ejército francés se prevé que la insurrección triunfe antes en
Escandinavia, Bélgica u Holanda. En la primera vuelta de las presidenciales el
Frente Nacional queda en primer lugar y es segunda la Fraternidad Musulmana.
François palpa entre sus compañeros de facultad, la preocupación, están atemorizados.
Uno de ellos le aconseja que abra una cuenta en un banco inglés y que busque un
refugio en provincias. Su amante, Myriam, una alumna suya judía, veintitantos
años más joven que él, le cuenta que sus padres han comprado un billete para
Tel Aviv pero que ella quiere quedarse en Francia.
Cierran las
universidades hasta nuevo aviso. Los candidatos dan ruedas de prensa, pero no
debaten. Marine Le Pen, recia y racial, Mohammed Ben Abbes, irónico y
tranquilo, con voz acariciadora. François Hollande, en su segundo periodo
presidencial, permanece mudo. El Frente Nacional convoca una gran
manifestación, tras la cual se producen graves incidentes. En la mañana de la
segunda vuelta, François abandona París en dirección al Sudoeste, sin un sitio
concreto adonde ir, atemorizado por la guerra civil en ciernes. Al menos,
Myriam tiene Israel donde refugiarse con sus padres. En camino, topa con una
gasolinera asaltada, la cajera tendida sobre un charco de sangre, en el parking
de camiones dos magrebíes muertos, uno de ellos con un fusil ametrallador en
las manos. Sin gasolina, no le queda otra que parar en el primer pueblo,
Martel, en la Dordogne. En la habitación de un hotel vacío, los canales de
televisión ofrecen pantallas pixeladas, tampoco hay conexión a Internet. El
pueblo está vacío, pero consigue entrar en un bar donde la gente se apiña ante
la BBC News, aunque no entiendan lo que dice. Parece que Manual Valls ha
suspendido el proceso electoral por los múltiples asaltos a las urnas.
A una
semana de la nueva convocatoria, las fuerzas republicanas deciden dar su apoyo
a Mohammed Ben Abbes. Pactan, Ben Abbes es generoso, les ofrece ministerios, él
se reserva la educación. En Martel conoce a un alto cargo del servicio de
inteligencia. Ben Abbes, le cuenta, no va contra los católicos, desprecia a los
terroristas, la educación le interesa a como medio para llevar a la población
cristiana hacia el islam. Le aconseja que haga una visita a la Madona Negra de
Rocamadour. Ahí acabará de comprender la fuerza del movimiento musulmán,
aquello que Francia ha perdido, que tuvo en otro tiempo, la espiritualidad
medieval, el culto románico a la Virgen. Ben Abbes, vacunado por su
antirracismo constitutivo, devolverá al pueblo el valor tradicional,
tranquilizador, de la religión, con un perfume exótico que lo hará más deseable,
con la restauración de la familia, de la moral tradicional y el patriarcado, lo
que no pueden ofrecer la derecha o el Frente Nacional sin verse calificados de
reaccionarios o incluso de fascistas por las momias sesentayochistas, se ganará
la voluntad de las gentes. Tras las explicaciones de su amigo, François
comprende cuál es el plan de Ben Abbes, convertirse en el primer presidente
votado por la población de Europa. Ben Abbes, que lee a Augusto, que quiere
reconstruir la Europa de Roma, pero bajo una espiritualidad diferente, pretende
incorporar a la vieja Europa las masas de Turquía y Marruecos, de Egipto y
Túnez.
Cuando
François vuelve a París se encuentra con una carta en que se le dice que ha de
optar. Acepta el retiro de la universidad a cambio de una generosa pensión. En
la calle empieza a notar los cambios, las mujeres han dejado las faldas por los
pantalones, las camisetas cortas por holgadas blusas, en los centros
comerciales cierran algunas tiendas y abren otras, en los barrios desciende la
violencia. El presidente sorprende a todos con el anuncio de la superación del
capitalismo y el comunismo con el distributismo, algo así como el impulso de la
economía familiar frente a las grandes corporaciones. Se otorgan generosos
subsidios a las familias lo que hace que las mujeres dejen de trabajar, el paro
decaiga rápidamente y se eliminan las subvenciones a las grandes empresas. En el
ambiente, promovida por algunos sociólogos, prende la idea de una vuelta al
matrimonio concertado en lugar del matrimonio por amor como solución al
problema demográfico. Paralelamente el protagonista, abandonado por las
mujeres, sólo en su apartamento, se siente cada vez más aislado, con una vida
sin objeto, sus fuerzas de resistencia a la muerte cada vez más
debilitadas.
Pero en el
momento en que la vida de François parece que se encamina hacia la
insignificancia o hacia la desaparición recibe una propuesta insospechada, el
director de Gallimard le propone la edición de la obra de Joris-Karl Huysmans en
la Pléiade, Huysmans, el decadentista que según Barbey d’Aurevilly sólo tenía una
elección suicidarse o convertirse, se convirtió al catolicismo y se retiró a un
monasterio benedictino. François asiste a una recepción en la universidad con
un jeque saudí que es quien ahora financia la Sorbona. Todo son hombres, conoce
al rector de la Universidad Islámica de la Sorbona, aún más importante, éste le
invita a su casa, un palacio neogótico que fue vivienda de Jean Paulan, y donde
la amante de este escribió Histoire d’O. Una sorpresa tras otra le
espera en esa exquisita mansión, le recibe un mayordomo, atisba a una muchacha
de quince años, luego a una mujer en los cuarenta que sirve las exquisiteces,
antes de que aparezca Robert Rediger en persona y le muestre el lujo y la
civilización. Rediger le propone que vuelva a la universidad, con un generoso
acuerdo financiero y la oferta tácita de la vida que él mismo lleva, aunque también
hay una condición implícita, la conversión al Islam. Es el momento culminante
de la novela, Rediger explica cómo ha llegado hasta ahí, la decadencia de
Europa –aunque según Toynbee las naciones no decaen, se suicidan-, la
conversión, lo que se ofrece al hombre a cambio de la sumisión a Dios. El Islam
es una religión alegre, le dice, para la que el mundo es una perfecta obra de
Dios.
« C'est la soumission » dit doucement Rediger.
« L'idée renversante et simple, jamais exprimée auparavant avec cette force,
que le sommet du bonheur humain réside dans la soumission la plus absolue.
C'est une idée que j'hésiterais à exposer devant mes coreligionnaires, qu'ils
jugeraient peut-être blasphématoire, mais il y a pour moi un rapport entre
l'absolue soumission de la femme à l'homme, telle que la décrit Histoire d'O,
et la soumission de l'homme à Dieu, telle que l'envisage l'islam. Voyez-vous,
poursuivit-il, l'islam accepte le monde, et il l'accepte dans son intégralité,
il accepte le monde tel quel, pour parler comme Nietzsche. Le point de
vue du bouddhisme est que le monde est dukkha – inadéquation, souffrance. Le
christianisme lui-même manifeste de sérieuses réserves – Satan n'est-il pas qualifié
de “prince de ce monde”? Pour l'islam au contraire la création divine est
parfaite, c'est un chef-d'œuvre absolu. Qu'est-ce que le Coran au fond, sinon
un immense poème mystique de louange ? De louange au Créateur, et de soumission à ses lois ».
François, tras escribir el
prefacio a la obra de Huysmans, despeja sus últimas dudas en otra recepción en
la Sorbona. Habla de nuevo con Robert Rediger, que ha ido ascendiendo a
ministro de Educación primero y después a ministro de Exteriores, una
conversación que desde las alturas metafísicas se va decantando hacia lo que de
verdad mueve a los hombres, aquello que realmente interesa a François, ¿de cuántas
mujeres podrá disponer?, ¿podrá elegirlas?
El libro de
Michel Houellebecq está bien escrito, a mí me ha apasionado, lo que describe es
ficción política pero es verosímil, “un futuro que no es seguro, pero sí plausible”, según Alain
Finkielkraut. Creo que sus críticos deberían leer con
atención el libro antes de cargárselo sin más.
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