No se si se
puede leer una biografía de Cervantes mejor que la de Andrés Trapiello. Supongo
que la habrá más completa, pero seguro que no más divertida y mejor contada.
Episodios de la vida de Cervantes se conocen bastantes pero son difíciles de
ajustar y de entramar y más aun de situar precisamente. La vida de Miguel de
Cervantes fue de tropiezo en tropiezo y de fracaso en fracaso, como en aquellos
tiempos, seguramente, la de la mayor parte de los hombres. AT maneja esos
episodios y ofrece las interpretaciones posibles: los lugares de su agitada
vida, la pendencia con un soldado que le obligó a marchar a Italia, Lepanto y
el destrozo de su mano izquierda, de lo que no obtuvo beneficio, el cautiverio,
fallidas evasiones y el posible mercadeo de “favores nefandos” para sobrevivir en
Argel, el posible estatus de judío converso, el amancebamiento con la mujer de
un cantinero de la que tuvo una hija, el contrato matrimonial con una mujer de
Esquivias de quien estuvo separado mucho tiempo y con la que no tuvo hijos, las
cuatro mujeres, sus hermanas, su mujer, su hija, las Cervantes con quienes
vivió algunos años en Valladolid y los últimos de nuevo en Madrid, el trabajo
de aprovisionador de la Armada Invencible y de recaudador para el Estado que le
llevó a la cárcel por malas cuentas, por la quiebra de un banquero, por deudas
de juego o por todo ello, siempre pobre, siempre trampeando. Si se dedicó a las
letras fue porque no pudo hacer otra cosa o porque lo demás que hacía no le
proporcionaba sustento. Si le hubiesen concedido el empleo que solicitaba en
las Indias es posible que ahora no pudiésemos presumir de Quijote.
Porque si su vida fue movida, no lo fue menos su obra y si en su vida alardeó
de ser un hombre de espada, a lo que sacó poco provecho, en las letras alardeó
de Persiles y Segismunda, que muy pocos han leído, pues fue en la obra
que menos esperaba, no en el teatro ni en la poesía, sino en la novedosa
novela, Don Quijote de la Mancha, por donde le llegó la fama, la fama
rápida y universal pero no el dinero, que hasta quisieron quitársela, por lo que
se vio obligado a concluir con rapidez la segunda parte, eso que debemos a
Avellaneda.
AT pasa
revista a todo ellos, a los lances de la vida y a los de las letras y uno tiene
la impresión que con ser extraordinaria la gran novela de Cervantes no lo fue
menos su vida y que si los españoles nos estimáramos más haríamos de su vida
una gran novela o al menos una no menos grande película en vez de esos huecos
honores que se dan y se reciben en el falso día de su muerte, el 23 de abril.
Nos dice muchas más cosas AT, todas jugosas, la imperfección del Quijote
y sin embargo su maestría, el estilo depurado, trabajado del Persiles,
tan deudor de la época, y el llano del Quijote, su empeño en triunfar en
el campo de su mayor rival, Lope de Vega, el teatro, que se corona en fracaso
tras unos comienzos prometedores, pero que nos ha dejado la maravilla de sus
entremeses, la parte de las veladas teatrales que menos valía en la época por
estar en prosa. Pero lo que más destaca en Cervantes AT es el triunfo de la
vida, la voluntad de vivirla, a través de la suya propia, a pesar de tantos
tropiezos, y a través de su gran obra, tan ajena al gran cirio que se enciende
cada año con el premio que lleva su nombre.
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