lunes, 23 de febrero de 2015

Las vidas de Miguel de Cervantes, de Andrés Trapiello


            No se si se puede leer una biografía de Cervantes mejor que la de Andrés Trapiello. Supongo que la habrá más completa, pero seguro que no más divertida y mejor contada. Episodios de la vida de Cervantes se conocen bastantes pero son difíciles de ajustar y de entramar y más aun de situar precisamente. La vida de Miguel de Cervantes fue de tropiezo en tropiezo y de fracaso en fracaso, como en aquellos tiempos, seguramente, la de la mayor parte de los hombres. AT maneja esos episodios y ofrece las interpretaciones posibles: los lugares de su agitada vida, la pendencia con un soldado que le obligó a marchar a Italia, Lepanto y el destrozo de su mano izquierda, de lo que no obtuvo beneficio, el cautiverio, fallidas evasiones y el posible mercadeo de “favores nefandos” para sobrevivir en Argel, el posible estatus de judío converso, el amancebamiento con la mujer de un cantinero de la que tuvo una hija, el contrato matrimonial con una mujer de Esquivias de quien estuvo separado mucho tiempo y con la que no tuvo hijos, las cuatro mujeres, sus hermanas, su mujer, su hija, las Cervantes con quienes vivió algunos años en Valladolid y los últimos de nuevo en Madrid, el trabajo de aprovisionador de la Armada Invencible y de recaudador para el Estado que le llevó a la cárcel por malas cuentas, por la quiebra de un banquero, por deudas de juego o por todo ello, siempre pobre, siempre trampeando. Si se dedicó a las letras fue porque no pudo hacer otra cosa o porque lo demás que hacía no le proporcionaba sustento. Si le hubiesen concedido el empleo que solicitaba en las Indias es posible que ahora no pudiésemos presumir de Quijote. Porque si su vida fue movida, no lo fue menos su obra y si en su vida alardeó de ser un hombre de espada, a lo que sacó poco provecho, en las letras alardeó de Persiles y Segismunda, que muy pocos han leído, pues fue en la obra que menos esperaba, no en el teatro ni en la poesía, sino en la novedosa novela, Don Quijote de la Mancha, por donde le llegó la fama, la fama rápida y universal pero no el dinero, que hasta quisieron quitársela, por lo que se vio obligado a concluir con rapidez la segunda parte, eso que debemos a Avellaneda.


            AT pasa revista a todo ellos, a los lances de la vida y a los de las letras y uno tiene la impresión que con ser extraordinaria la gran novela de Cervantes no lo fue menos su vida y que si los españoles nos estimáramos más haríamos de su vida una gran novela o al menos una no menos grande película en vez de esos huecos honores que se dan y se reciben en el falso día de su muerte, el 23 de abril. Nos dice muchas más cosas AT, todas jugosas, la imperfección del Quijote y sin embargo su maestría, el estilo depurado, trabajado del Persiles, tan deudor de la época, y el llano del Quijote, su empeño en triunfar en el campo de su mayor rival, Lope de Vega, el teatro, que se corona en fracaso tras unos comienzos prometedores, pero que nos ha dejado la maravilla de sus entremeses, la parte de las veladas teatrales que menos valía en la época por estar en prosa. Pero lo que más destaca en Cervantes AT es el triunfo de la vida, la voluntad de vivirla, a través de la suya propia, a pesar de tantos tropiezos, y a través de su gran obra, tan ajena al gran cirio que se enciende cada año con el premio que lleva su nombre.

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