Syriza, con unas décadas de
retraso, como también Podemos si pudiera,
se dispone a repetir el pecado del siglo XX. No importa que la bolsa,
la prima de riesgo, la banca, la vida de los griegos, se hundan, el futuro es
esplendoroso, el futuro, por ejemplo, que Lenin prometió a los suyos, la
ilusión comunista.
Así define Tony Judt, en Pensar el siglo XX, ese pecado: “Una cosa es decir que estoy dispuesto a sufrir ahora por un futuro incognoscible pero posiblemente mejor, y otra muy distinta autorizar el sufrimiento de los demás en nombre de esta misma e inverificable hipótesis. Este, en mi opinión, es el pecado intelectual del siglo: emitir un juicio sobre el destino de los demás en nombre de su futuro tal y como tú lo ves, un futuro en el que puede que tú no hayas realizado ninguna inversión, pero referente al cual afirmas poseer una información exclusiva y perfecta”.
Es por lo que uno tiende a creer en la imposibilidad de que
Alexis Tsipras, convencido militante de la Idea, cambie de opinión, antes
veremos el hundimiento de Grecia. Está por ver si la Unión Europea encuentra el
modo de evitarlo.
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