Fargo, la
película que los hermanos Coen fabricaron en 1996, estaba ahí para que alguien
la continuase. Hay un elemento físico que da continuidad a la peli en la actual
serie, la maleta con el millón de dólares que Steve Buscemi, uno de los
secuestradores asesinos, en la peli, entierra bajo la nieve, junto a una larga
alambrada. La maleta se la encuentra una familia de emigrantes y con ella
montan un exitoso negocio de venta al público. También será el objeto de deseo del
malo malo de la serie, Billy Bob Thornton. Hay otros elementos de continuidad, la
propia nieve o el nombre de la población que da título a la peli y a la serie, pero
todo lo demás tiene pálidas semejanzas. Cambian los nombres de las poblaciones
de Minnesota donde sucede la acción, salvo Fargo, el nombre de los personajes,
su tipología, su carácter, sus negocios. Las dos mantienen el guiño burlesco de
que lo vamos a ver a continuación se refiere a sucesos reales y que han tenido
que cambiar los nombres de los personajes para respetar la voluntad de los
supervivientes, aunque las dos sitúan los supuestos sucesos originales en años
diferentes, en 1987 la peli, en 2006 la serie.
Por
supuesto, en la confección de la serie se nota el paso del tiempo, sobre todo
el cambio técnico, en todos los aspectos, rodaje, fotografía, guión, todo más
depurado, más pulido, más perfecto. Los propios hermanos Coen hacen de
productores. Pero quizá, donde más se notan los cambios es en el carácter de
los personajes, en la interpretación y en el propio casting. La maldad de Billy
Bob Thornton, después de tantos asesinos en serie como han pasado por las
pantallas, es más refinada, un personaje complejo, más literario, más humano y
monstruoso al mismo tiempo, por dos cosas, porque la época ha cambiado y porque
las series, por su duración, permiten construir personajes más llenos, más
ambiguos, mejor desarrollados, lo que no quiere decir que el que interpretaba
Steve Buscemi en la peli no tuviera su atractivo, pero era más sencillo, con
menos registros.
Destacaría
tres cosas de la serie. Al principio, lo que más llama la atención son los
actores escogidos, no hay ninguno atractivo, aunque vale aquello de que sobre
gustos. Son personajes vulgares, torpes, inocentes o tontos, no muy diferentes
de los que están al otro lado de la pantalla de la tele, salvadas las
excepciones, es decir gente de la calle, a la que si de verdad le hubiesen
ocurrido los sucesos que se cuentan, si los hubiese padecido, no habrían
reaccionado de forma diferente. Lo anormal son los actores de Hollywood, tan guapos,
listos y sexys como no hay igual. El segundo valor de la serie es el guión, tan
currado, con acción mantenida, que no llega a decaer en ninguno de los diez
episodios, hasta demasiada acción, diría yo, a veces con tanta violencia que
resulta hasta insoportable, aunque es una violencia cómica, burlesca, risible.
Y el tercer valor, como decía, es el actor principal, Billy Bob Thornton, que
crea un malo complejo, capaz de matar con fina ironía. También el personaje
interpretado por Martin Freeman es un personaje logrado.
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