La
fotografía con la que se presentan en público este señor, E.C., ya da una pista
sobre cómo quiere que el mundo le vea, sobre su singularidad. Creo haberle
visto por Burgos vestido de esa guisa, tal como aparece en la fotografía que
acompaña al artículo que le publican en el periódico de hoy, del que no puedo
dar el enlace porque la versión catalana no sale en la red: salacot, camisa
caqui y guerrera sin mangas, como si viniese de cazar un elefante. Supongo que
no vive como contradicción que el Estado Español le haya encumbrado como uno de
los tres codirectores de Atapuerca, con un sueldo a la altura de tal gloria, y
al tiempo se declare deseoso de que Cataluña rompa amarras con ese Estado. Muchos
nacionalistas tienen el pícaro descoque de declararse independentistas y vivir
de la subvención estatal. Unas risas. Pero, en fin, lo que me interesa del
artículo que hoy publica es cómo arguye a favor de la independencia, lo que da
por cierto, sin aportar evidencias, para apoyar esa opción, por ejemplo que en
Cataluña son soberanistas los nacionalistas y los que no lo son o que la
independencia permitirá crear un Estado nuevo sin corrupción o que los
ciudadanos controlarán el poder porque tendrán a los dirigentes al lado de
casa. Si las conclusiones que extrae de las piezas que va desenterrando de las
cuevas de Atapuerca son del mismo tenor poco durará la credibilidad de esa
famosa cantera. No parece que este hombre haya paseado, sin salacot para pasar
desapercibido, por las calles de Barcelona y alrededores, para tomarle el
pulso, ni se haya enterado de la abrumadora corrupción de la misma clase
política que anuncia el amanecer de la independencia y se propone para al día
siguiente dirigir la patria, ni haya visto, leído o puesto el oído para estar
al tanto de la opacidad de los asuntos. Eso sí el buen hombre toca el son de “el procès sobiranista”. No existe nada más.
miércoles, 7 de enero de 2015
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