Hay dos
escritores de la España actual a quien admiro. Los dos viven de escribir, lo
cual debe ser excepción y mérito. Uno novelando, aunque secundariamente también
escribe artículos de revista semanal, que me gustan menos. Javier Marías. Otro
se maneja con la vida cotidiana, aunque en ella predomine sobre todas las cosas
la escritura, tal ese diario que ya tiene muchos tomos que se llama El salón de los pasos perdidos, aunque
también escribe novelas, como esas dos curiosas que continúan la vida de Don
Quijote. En realidad hablan de su muerte, la primera, y de la de Sancho, la
segunda. También es notable como novela cívica -deberían leerla los
adolescentes-, Ayer no más. También
es ensayista, y es memorable el grueso volumen dedicado a los escritores de la
guerra, Las armas y las letras.
Andrés Trapiello, en cuyos libros ahora me sumerjo. Como durante el mes de
octubre y parte del de noviembre la vida real dejó de existir para mí, me
entero ahora de que el Nobel de este año se lo han dado a Patrick Modiano. No
es que no me guste como escritor, pero creo que los dos escritores españoles
que menciono, para mi gusto, son superiores. La academia sueca es cicatera con
el español, no así con las letras francesas, a las que sobrevalora, pienso,
aunque admiro a Emmanuel Carrere entre sus actuales escritores. Todavía perdura
en mí el asombro cuando en la lotería del 2008 le concedieron el Nobel a un
escritor menor y redicho como Jean-Marie Le Clèzio.
Pero hoy me
quedo con estos versos de un poeta americano que acaba de cruzar la laguna
oscura, Mark Strand, el Hooper de la poesía:
DEJAR LAS COSAS INTACTAS
En un campo
yo soy la ausencia
de campo.
Esto es
siempre así.
Donde sea que esté
yo soy lo que falta.
Cuando camino
parto el aire
y siempre
el aire ingresa
a llenar los espacios
donde ha estado mi cuerpo.
Todos tenemos razones
para movernos.
Yo me muevo
para dejar las cosas intactas.
De su primer
poemario, Durmiendo con un ojo abierto
(1964).
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