Tras ver
Alceste à Bicyclette me apetecía ver la versión que del
Misántropo de Moliére
ha preparado Miguel del Arco en el Español, en la versión y en la dirección. La acción discurre en un callejón, al que da la puerta trasera de una discoteca. Por ella salen los personajes que celebran un evento festivo en el interior que nunca vemos, políticos, gente más o menos influyente, aprovechados, algún despistado ingenuo, todos listos para ir
medrando. Y en medio el tristón y escéptico Alcestes, el
misántropo, desengañado del mundo y su mentira, sufriente enamorado de Celimena, una mujer hermosa que ama a Alcestes pero también su libertad y que no quiere renunciar al juego del encanto y la seducción en la
feria de las vanidades. En la versión de del Arco apenas se mantiene el esqueleto de
Moliere, reduce los personajes, a algunos les cambia el rol, como a Oronte de poeta en rockero, convierte la obra en una amarga comedia llena de movimiento, ruido y canciones sobre la actualidad: hipocresía
y zalamería, corrupción y maledicencia, en la que tampoco el austero y puritano misántropo sale bien parado. Como en Molière la acción gira en torno
a ese personaje central que promete apartarse del mundo
pero que no acaba de irse, que conoce por otros el desdén y la desenvoltura de
su amada pero que no halla modo de enfriar su corazón.
Los actores
son todos buenos, el desarrollo dinámico, a pesar de mantener un único
escenario, la obra se sigue con interés. A ello contribuye la agitación de los actores, los elementos
del decorado, no muchos, los suficientes para reflejar la porquería y suciedad propia de un callejón, imagen símbólica de las traseras de nuestro mundo, hediondo y corrupto, la iluminación que juega un papel fundamental creando ambientes, ayudando a reflejar las emociones, la música disco que aparece y desaparece según se abre la puerta de
la discoteca o se cierra, aunque siempre con un fondo amortiguado de
constante ritmo machacón, y algunas ensoñaciones o pesadillas de Alcestes
reflejadas en un vídeo proyectado sobre el muro, muy original, grumoso y abstracto, que sirven para marcar el paso de las escenas, de los tiempos.
Aunque no me parece mal la adaptación de del Arco al tiempo histórico que nos toca vivir, empieza a cansar un poco toda esa transfiguración de los clásicos en actualísima epifanía en perjuicio, creo, del sujeto principal de las grandes obras: las pasiones humanas desnudas.
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